Parece que hay algo de brisa y que sopla desde el lado favorable. Saludémoslo por lo que pueda aportar al sosiego y a la mejora de las expectativas que en lo individual y en lo colectivo no eran las mejores.
Las Previsiones Económicas de Invierno de la Unión Europea avanzan una leve mejoría económica que, pese a su parquedad, permiten algo extraordinariamente importante, esquivar la recesión. De hecho, un solo país, Suecia, no crecerá en 2023.
Estos años la economía ha adoptado las emociones como una variable más y no despreciable entre los elementos que influyen de manera decisiva en su curso. Por ello, la sensación de alivio puede hacer más por nosotros los europeos que algunas medidas concretas de política económica, por más que una vicepresidenta española levitara al comentar la mejoría de las previsiones.
Lo cierto es que España y Europa van a ir mejor de lo esperado apenas hace unos meses, aunque la suerte no está repartida de manera homogénea. La economía española crecerá el 1,4 por ciento en este año, yendo de menos a más. Sería medio punto porcentual más que la media de la Eurozona (0.9 por ciento), lo cual es mucho, si se tiene en cuenta que los tres países más potentes del euro, Alemania (0,2 por ciento), Francia (0,6 por ciento) e Italia (0,8 por ciento) crecerán por debajo de esa media.
Permanecen prácticamente las incógnitas abiertas sobre el devenir del Continente, especialmente las derivadas de los precios. La inflación subyacente es muy elevada y tiende a subir (en el caso de España se han revisado al alza el IPC y la inflación subyacente de enero) pese al relativo éxito de la UE en la política energética. La explicación más plausible es que las corporaciones y empresas reaccionaron inicialmente a la subida de precios con decisiones que venían a reducir sus márgenes para no perder cuota de mercado.
Este segundo año de inflación no parece que vayan a poder mantener esta estrategia. Han tenido que subir los salarios y no pueden hacerlo contra unos márgenes ya exiguos. Por otro lado, la financiación será crecientemente más cara, porque el precio del dinero en Europa ya sabemos que continuará creciendo a lo largo del primer trimestre, porque así lo ha anunciado el Banco Central Europeo. En España, con una inflación subyacente en el 7,5 por ciento en enero, sería bastante si no sube más con los tirones que sufre la demanda por mor del turismo.
Con todo, disfrutemos del aliento que nos dan los gurús de Bruselas (ellos no tienen elecciones en el horizonte ni dependen de ellas). Y aprovechemos para que los fondos europeos, los gratuitos y los crediticios sirvan para dar un giro copernicano a nuestra economía terciarizada y funcionarizada, en olvido muy peligroso de la necesaria reindustrialización en clave del Siglo XXI, que es lo que el futuro va a exigir y lo que las nuevas generaciones de españoles necesitan para vivir sin las grandes frustraciones que hoy arrastran.
Hay solo un año para hacerlo. En 2024 ya sabemos que Europa recuperará los controles presupuestarios y que la enorme deuda y el déficit que acumulamos serán severamente recortados.
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