Luces y sombras de la maternidad

10/03/2023

Miguel Ángel Valero. Además de la relación entre la hija y la madre, y la madre y el hijo, Alejandra Parejo plantea en la novela el papel del hombre, de la paternidad.

«Soy una madre que cuida de su hijo sin la obsesión de buscar el error», cuenta Bruna Márquez en «Una madre». La segunda novela de Alejandra Parejo (AdN, 275 páginas) cuenta la historia de una hija, que recibe una llamada del hospital sobre su madre, 29 años después de que ésta la abandonara.

La madre sufre trastorno bipolar, y la hija, a su vez, acaba de tener un hijo, lo que ha revolucionado su vida en París.

La situación obliga a Bruna a volver donde nació, un pequeño pueblo de Teruel, en plena España vaciada. En medio del campo, el silencio y la incomunicación evidencian que la madre y la hija apenas se conocen.

Con dos personas a su cargo, Bruna siente que no lo está haciendo bien, ni como madre ni como hija, en medio de las dudas, la soledad, el desamparo, y los fantasmas del pasado.

Alejandra Parejo plantea en esta novela cuestiones transcendentales de difícil y compleja respuesta, como ¿se puede querer a alguien que te abandonó?, ¿se puede cambiar de vida?,  ¿repetimos los errores?, ¿la genética es ineludible e inevitable, o se puede superar el miedo a la repetición, a la herencia?, ¿qué es de verdad un hogar?, cómo las redes sociales han cambiado totalmente las formas de relacionarnos y de comunicarnos, o si sigue siendo válido el modelo tradicional de familia cuando aparecen otras formas. Pero lo hace sin obligar al lector a tomar partido, sin imponer sus argumentos, sus prejuicios ideológicos, sus vivencias.

«Una madre» da mucho de sí, además de ser una novela bien escrita, magníficamente estructurada, con unos personajes muy bien dibujados, especialmente los ‘secundarios’ y no solo los protagonistas, y un final abierto hasta la última página.

Además de la relación entre la hija y la madre, y la madre y el hijo, de dibujar un retrato certero de las luces y de las sombras de la maternidad, la novela plantea el papel del hombre, de la paternidad: «hay personas capaces de salir de la tierra, crear soluciones innovadoras que nos ayudan a avanzar con aviones, cohetes, internet, teléfonos, medicamentos, pero todavía se puede justificar que no sean dar un biberón, cambiar un pañal, acunar, acompañar; hacerse responsables de su propio hijo».

«Como si fueran acciones que solo se pueden hacer si sientes algo concreto, en vez de asumir que eso ahora forma parte de sus responsabilidades», insiste la autora.

Alejandra Parejo logra que el lector se ponga en la piel de Bruna, que entienda sus dudas, sus dilemas, su fragilidad, pero que al mismo tiempo entienda lo que sucede con Encarna, el papel de Hugo y de María, por un lado, y de Marion, por otro, la permanente presencia de Íñigo, la alargada sombra de la abuela, el fantasma de Oliver,  la carga de vivir en un pueblo aislado, pero también su atractivo.

 

 

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