¿Cómo nos vamos a mover? El dilema que precisa de una solución urgente

10/03/2023

Maite Vázquez del Río.

Ni en la Unión Europea se ponen de acuerdo. ¿Qué energía utilizaremos para movernos? Ese es el debate y son muchos los intereses que están en juego. Son muchas las voces desde todos los sectores, empresas, países, gobiernos, organizaciones medioambientales… la única que está apagada es la de los ciudadanos-consumidores.

Cuando desde la Unión Europea se fijó 2035 para eliminar la movilidad a base de combustibles fósiles (gasolina, diésel…) parecía que quedaba muy lejos. Pero quedan 12 años y ya todo está a la vuelta de la esquina sin que haya una solución factible, barata y cómoda. Porque las soluciones que han ido apareciendo han traído tras de sí nuevas complicaciones: coche eléctrico, hidrógeno verde, biocombustibles…

Todo pasa por vehículos más caros que aunque se nos dicen que contaminarán menos, lo cierto es que pueden contaminar más, aunque de otra forma. Si nos paramos en el que parece haber recibido el consenso de los fabricantes, el vehículo eléctrico, después de más de cuatro décadas, aún sigue sin solucionarse su autonomía, los puntos de recarga, el alto coste tanto del vehículo como de las baterías y, lo que es peor, la aún más elevada contaminación que suponen esas baterías.

Coches enchufables, híbridos, con etiquete «eco», etc. están invadiendo el mercado, pese a la pandemia y la crisis de los microchips y todas las dificultades que han ido surgiendo en los últimos años. Algunas ciudades ya han comenzado a restringir la circulación de los vehículos propulsados por carburantes más contaminantes. Algunos han comenzado a cumplir la hoja de ruta sin miramientos para los usuarios. En España, parte de las ayudas se las lleva Hacienda, mientras los ayuntamientos cobran impuestos de circulación a mansalva pese a que cada vez hay menos sitios por donde se pueda circular.

Baterías para alimentar el coche eléctrico, caras y con una vida de unos cinco años que supondrá para el usuario una elevada inversión. ¿Y qué se hace con las baterías (principalmente) de litio ya gastadas? Son mucho más contaminantes que los vehículos propulsados por carburantes, si el motor se ha adaptado a las exigencias de contaminación y no hay fraude ni engaños (Volkswagen, Audi… tienen mucho que decir al respecto). De momento, hasta se está probando en aviones moverse con energía eléctrica, pero la autonomía y elevado coste siguen siendo el problema.

El hidrógeno verde parece ser la solución más barata y, según las últimas tendencias, por donde podría ir la solución. Muchas grandes empresas han empezado a hacer grandes desembolsos. El problema es que esta apuesta choca con las ingentes cantidades de millones de euros que ya han gastado principalmente los fabricantes de automóviles.

La variante barata al hidrógeno verde son los biocombustibles producidos de biomasa, compuestos orgánicos, arbustos y todo tipo de materia barata y abundante. También requiere inversión, pero no tanta.

Sea como sea no queda tiempo cambiar un modo de moverse que comenzó a implantarse en 1886. Lo curioso de todo es que el primer coche eléctrico, el Flocken Elektrowagen, apareció en 1888. Pero la apuesta fue clara, se optó porque nos moviéramos por lo más caro, dejando en manos de los países productores el mango de la sartén, lo que nos ha provocado numerosas crisis económicas y ha puesto al límite a muchos países, empresas y ciudadanos. Claro está que al petróleo y sus derivados cada vez les queda menos tiempo, hasta que se acaben las existencias, y encontrarlo cada vez sale más caro y lejano.

Pero por otro lado, inundar de puntos de recarga los países es una labor de décadas, que como los molinos de viento que han empezado a inundar nuestras montañas, mesetas y mares, cada vez irrumpen más en la naturaleza y las ciudades con un sentido estético nada deseable, contaminando nuestra visión y sin una solución en muchos casos para quienes viven en las grandes ciudades y no tienen plaza de aparcamiento. Se me antoja que la solución resultará muy cara.

El hidrógeno verde tiene a su favor que la infraestructura de repostaje ya está hecha. Sólo sería necesario adaptar los tanques y surtidores. Pero, claro, los fabricantes, dedicados en cuerpo y alma, dólares y euros, a lo eléctrico, deberán redirigir sus esfuerzos para crear los motores propulsados por hidrógeno. ¿Sería como tirar a la basura todo el tiempo y dinero dedicado hasta ahora? Países como Alemania no pueden dejar a sus fabricantes de lado, porque suponen una suculenta aportación a su PIB. En el debate europeo, sin duda, se están defendiendo sus intereses que tanto han aportado a sus economías nacionales en generación de riqueza, empleos e impuestos.

Y como el hidrógeno verde surgen -desde la década de los 90 están en ello- los biocombustibles, con una materia prima barata y poco contaminante.

A los ciudadanos no nos han preguntado. Todo depende de lo que los científicos logren, de lo que los fabricantes decidan, y de lo que los países consensuen. Tesla lo tuvo claro cuando inventó el motor de corriente alterna, el radar, los rayos X, la transferencia de energía eléctrica en forma inalámbrica, el control remoto, el microscopio electrónico, herramientas de medición y control climático… facilitar la vida de los humanos y, en muchos casos, hasta que nos saliera gratis.

¿Cómo nos vamos a mover? Todavía no lo sabe nadie a ciencia cierta. Lo que sí parece es que será mucho más caro y menos accesible al común de los mortales. El Seat 600 en España supuso el acceso a todos de esa movilidad que ahora está en peligro… lo deseable sería que surgiera ese Seat 600 del siglo XXI, pero como van las cosas, no lo parece. La opción es el transporte público, o que nos lleven otros.

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