Nuevas tecnologías y pandemia

15/03/2023

Francisco Javier López Martín.

El Estado de Emergencia de Salud Pública fue constatado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a finales de enero de 2020. No había muchos casos, menos de 100 en el mundo y no había víctimas mortales fuera de China en ninguno de los menos de 20 países en los que había aparecido el entonces desconocido coronavirus. Parecía que todo venía de un lugar llamado Wuhan.

Llegó marzo y las investigaciones se centraban ya en conocer qué particularidades se observaban en este nuevo virus, cómo se difundía, qué diagnósticos podíamos utilizar, cómo podíamos abordar el problema clínico que podía producirse, o en un plazo medio, cómo disponer de tratamientos y sobre todo vacunas.

Mientras tanto, en España, seguimos como si nada pasase, creyendo que el COVID-19 llegaría y pasaría de largo con poca incidencia, hasta que el 11 de marzo la OMS comunica que nos encontramos ante una pandemia. A partir de ahí nadie entendía nada. Las cifras de contagios y de muertes cambiaban cada día y el sistema sanitario se encontró pronto desbordado.

Nuestra estructura sanitaria pública había sido debilitada por una derecha que había considerado, en España, en Europa y en el mundo, que salvar al sistema financiero, aun a costa de debilitar a las clases populares, era una prioridad, aunque supusiera que los recortes en sanidad, educación, pensiones, servicios sociales, se convirtieran en una amenaza para la vida de las personas.

Pero los recortes no sólo debilitaron la atención primaria, la atención hospitalaria, o la atención residencial. El tratamiento neoliberal de la crisis produjo que nuestro sistema epidemiológico, que vigila las enfermedades, su incidencia, su presencia, las respuestas a la enfermedad, también se encontrase bajo mínimos.

Aunque los expertos sanitarios no entiendan qué  está pasando, comienzan a aplicar medidas para intentar controlar la extensión de una pandemia. Se trata de aislamientos, cuarentenas, mantener distancia física, confinamientos. Y eso es lo que vivimos que hacían en aquellos terribles días.

A veces dando palos de ciego, imponiendo decisiones que luego eran abandonadas y dejando de lado otras que, más tarde, se revelaban fundamentales. Los epidemiólogos hicieron su trabajo como pudieron y fueron analizando los impactos, la transmisibilidad, los tiempos que manejaba la enfermedad para infectarnos y hacer su tarea, su virulencia y su velocidad para alcanzarnos.

Pero si algo ha caracterizado esta pandemia es el ensayo general de utilización masiva de nuevas tecnologías. El uso que se ha dado en todos los campos afectados por la pandemia a la utilización de la robótica, la inteligencia artificial, la gestión masiva de datos (big data), o eso que se ha denominado realidad virtual.

Desde el tratamiento hospitalario, o de atención primaria, hasta la preparación acelerada de vacunas, las formas de empleo y de estudio, las compras, o la realización de cualquier gestión administrativa, o bancaria, todo se ha convertido en un masivo banco de pruebas para el desarrollo de las nuevas tecnologías.

Como nunca antes se han utilizado datos y modelos de tratamiento de los mismos, Desde las pruebas de laboratorio, a los datos de los pacientes atendidos, sus enfermedades, sus historias clínicas, riesgos, las pruebas en los laboratorios de todo el mundo.

El uso de los datos ha sido esencial. Datos masivos, muchos de ellos recogidos a través de nuestros dispositivos y el uso de aplicaciones que han rastreado cada uno de nuestros movimientos, nuestros comportamientos, los lugares donde nos hemos contagiado, nos hemos curado, o donde hemos muerto.

Sensores, imágenes, potentes servidores, bases inmensas de datos, que nos han conducido a sistemas de alerta, rastreo, seguimiento, diagnóstico, tratamientos. Nuevos y múltiples algoritmos, que además del tratamiento epidemiológico, han producido nuevas formas y modelos de vida cotidiana, domótica, robótica, e inteligentemente artificial.

Ahora bien, si algo ha quedado demostrado con la pandemia es que no todo debería estar permitido. No todos nuestros datos personales deberían poder ser utilizados en cualquier circunstancia y para cualquier objetivo. Cada vez será más importante la protección del anonimato, la privacidad, la confidencialidad, de forma que establezcan una confianza en el buen uso de nuestros datos.

Además, nuestros datos deben ser siempre utilizados por organismos públicos, autoridades sanitarias, contando con disposiciones legales que regulen su utilización, con el único objetivo de conocer mejor la enfermedad y curarla, pensando en las personas siempre por encima del negocio.

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