Las malas compañías

15/03/2023

Luis Díez.

¿Es posible que un diputado que se va de juerga (prostitutas incluidas) con unos corruptos (conseguidores profesionales) y admite donativos de corruptores (dice que para un club de fútbol juvenil) liquide de un plumazo la épica personal y política de un presidente del Gobierno como Pedro Sánchez, labrada con esfuerzo y acierto en los peores momentos de los últimos años? Las derechas creen que sí, y en ello (el “caso Mediador”) inciden. Contra Sánchez todo vale. Abrieron la veda desde el primer día y, con pandemia o sin ella, con las consecuencias de la invasión bélica de Ucrania por parte de Putin, o sin ella, no han parado de lanzar misiles durante toda la legislatura. Hay que reconocer el mérito del exdirigente de Podemos, Pablo Iglesias, actuando como escudo de las bombas sucias contra el Gobierno de coalición progresista. Pero dicho esto, que no es poco si tenemos en cuenta los montajes judiciales y los ataques personales (incluido a su padre, a su compañera y a sus hijos), la trilita contra Sánchez no ha cesado y va a arreciar cuando se hago cargo de la presidencia europea, en el segundo semestre del año, y se acerquen las elecciones generales. De momento, la mayoría parlamentaria ha tumbado la propuesta de las derechas de abrir una comisión de investigación sobre el “caso Mediador”, lo que implicaría empitonar a ilustres mediadores, desde Vicente Martínez Pujalte a una señorita de Valladolid, pasando por el ilustre Federico Trillo, a resguardo en el Consejo de Estado.

Más allá de los aciertos del jefe del Ejecutivo para frenar los estragos sanitarios y socioeconómicos de la pandemia del Coronavirus, encabezado las propuestas de la acción común de la UE, y de las fórmula aportadas y asumidas por los socios comunitarios frente a la crisis energética provocada por la invasión de Ucrania; más allá de la gestión eficaz y la dedicación sin pausa a preservar la salud de los españoles ante el maldito virus y de las medidas para preservar las empresas y el empleo; más allá de los avances en la recuperación de los derechos de los trabajadores y de la equidad de las pensiones. Y, en fin, más allá de las medidas para atemperar la carestía de los combustibles y de los productos alimentarios de primera necesidad, que la oposición de derechas ni apoyó ni considerado válidos, pese a que benefician al conjunto de la sociedad, no parece que el dirigente socialista y presidente del Gobierno haya perpretrado tales desmanes como para merecer tanto odio de las derechas políticas en la oposición (PP y Vox), hasta el extremo de urdir el más chusco golpe a la democracia representativa tratando de anular votaciones en el Congreso y en el Senado desde la cúpula caduca del Poder Judicial manejada por esas formaciones políticas. Es verdad que la Judicatura (uno de los tres poderes del Estado) ya contaba con antecedentes: una huelga general contra el Ejecutivo que presidía José Luis Rodríguez Zapatero. Pero tamaña urdimbre antidemocrática no se había visto jamas.

Ni que Pedro Sánchez hubiera casado a una hija en el mismísimo Monasterio del Escorial, con Correa y los gurtélidos de invitados, ni que hubiera elegido el salón noble del Teatro Real de Madrid para celebrar su cumpleaños rodeado de amigantes, ni que, en fin, hubiera respaldado la invasión de un país a sangre y fuego (“sangre por petróleo”, se decía entonces), para merecer tantos insultos y descalificaciones como le han lanzado sin pestañear. Después de la estricta vigilancia contra la corrupción y las medidas tajantes que ha aplicado y aplican el Gobierno y el partido mayoritario que lo sustenta (el PSOE), no parece que un diputado corrupto y tóxico permita descalificar una trayectoria de buen gobierno para el conjunto de la sociedad, singularmente para los más desfavorecidos y la clase media trabajadora y laboral. Cuando además vemos que todo un presidente de la Audiencia Nacional como el tinerfeño José Ramón Navarro Miranda (elegido en 2014 por los consejeros del Poder Judicial afines al PP) dedicaba el tiempo libre a informar de la instrucción judicial de la “Operación Kitchen” a uno de los principales imputados, como es el secretario de Estado de Seguridad y diputado del PP por Madrid, Francisco Martínez Vázquez, y todavía no ha dimitido ni ha sido destituido por el Consejo del Poder Judicial, queda claro el compromiso de las derechas en defender a los corruptos. La Kitchen fue una operación policíaca organizada para sabotear la investigación judicial sobre la financiación ilegal del PP, la caja B y los sobresueldos de los dirigentes que anotaba el tesorero Bárcenas.

En esta tesitura y, a falta de respuestas de Sánchez en el pleno del Congreso de esta semana, todavía resuena su contestación a los adversarios del PP, aquellos que le dicen: “Estás muerto” y otras lindezas al tiempo que votan contra los impuestos a las eléctricas y las entidades de crédito que se forran con la carestía y la subida de las hipotecas. En su réplica, Sánchez tan solo aludió al “patrón” del barco, “ustedes me entienden”. Y enseguida entendieron que se trataba de la la embarcación del narcotraficante Marcial Dorado con su amigo Alberto Núñez Feijóo abordo. Si, las malas compañías acaban siendo una rémora para todos. La foto de Feijóo y Dorado es un dato de la realidad, una realidad que costó en su día el puesto al director del joven periódico galego que la publicó y supuso, a continuación, el cierre del rotativo. Así las gastan. Pero además es una pésima carta de presentación para un candidato a la presidencia del Gobierno. Dime con quién andas y te diré quién eres aunque no te llames Tamames, sino Feijóo.

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