Constructora de mundos

22/04/2023

Miguel Ángel Valero. Grabielle Zevin escribe en "Mañana, y mañana, y mañana" sobre "un destello de una noción de una nada de un susurro de una fantasía de idea".

«Mañana, y mañana, y mañana», de la escritora estadounidense Grabielle Zevin (AdN, traducción de Nùria Molines, 504 páginas), es un libro que, aparentemente, narra la historia de amistad entre Sadie y Sam (con Marx como ‘primus inter pares’), programadores de videojuegos durante su época de auge. La autora, hija única de un programador de videojuegos, forma parte de la primera generación que jugó a éstos, los nacidos a finales de los años 70.

La historia de los protagonistas permite reflejar la evolución de esa industria y cómo ha avanzado la tecnología. Y cómo los videojuegos ayudaron a combatir la soledad («aquellos primeros videojuegos fueron mis amigos», confiesa la autora en la presentación de la novela en España).

Gabrielle Zevin (1977) explica que el libro lo comenzó en 2018 pero que lo acabó durante la pandemia, un periodo que le permitió vivir una «soledad diferente».

«No hay artista más empático que un diseñador de videojuegos», afirma la protagonista de la novela, que lanza un mensaje rotundo: «cuando juegas, ya no eres una jugadora y punto, eres una constructora de mundos». «Lo único que podemos llegar a conocer es el juego al que hemos jugado, en el único mundo que conocemos», afirma. «En los juegos, lo que más importa es el orden en el que suceden las cosas», añade.

Pero se equivocará quien lea «Mañana, y mañana, y mañana» exclusivamente como una novela sobre videojuegos. Es también una reflexión sobre el amor («ser bueno en algo no es lo mismo que sentir amor por algo»), la amistad («es como tener un tamagotchi»), la humanidad («qué extraños y bellos son los seres humanos, y qué frágiles»), la vida («todo el mundo vive, como mucho, la mitad de una vida», «consistía en estar siempre llegando», «no es más que una sombra que camina»), el dolor («existencial que surge de la certeza de que todo muere»), o la locura («hacer lo mismo una y otra vez, pero esperando un resultado diferente»).

Es una novela sobre «un destello de una noción de una nada de un susurro de una fantasía de idea» y sobre la «cámara cilíndrica de esponjas de sangre que era su pene»

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