Pensiones, un futuro con decimales

17/03/2023

Hernando F. Calleja.

Cuentistas y fabulistas que en la historia han sido criticaron, a veces con crueldad justificada, a quienes tratan de convertir sus deseos en realidad, a quienes formulan pronósticos que se saben incumplibles, a quienes juegan a conocer un futuro con la osadía de añadirle decimales. Este último caso es el que corresponde al personaje de José Luis Escrivá, ministro de varias cosas al tiempo.

El personaje es un as del transformismo. De juramentado independiente en AiREF a solícito amanuense en un Gobierno también transformista, no se le pone nada por delante. Utiliza todos los recursos a su alcance, medias verdades y trucos, para tratar de convencer a los ciudadanos españoles de que tiene una reforma de las pensiones que garantiza la sostenibilidad del sistema hasta más allá de mediado el siglo. No sé si su anatomía le permitió jugar al rugby, pero el caso es que domina la técnica de la patada a seguir.

Ha acudido esta semana a la Comisión del Pacto de Toledo (que nació para que las pensiones no fueran objeto de debate político-electoral) para decirles lo contrario que les dijo apenas hace dos años. Entonces, las cotizaciones sociales estaban muy altas y sin más recorrido al alza para no perjudicar más a las empresas; esta semana las cotizaciones sociales son en España relativamente bajas y pueden subir sin preocupación ni por la sostenibilidad de las empresas ni por su pérdida de competitividad ni por el efecto que el incremento del coste laboral pueda tener en la contratación de trabajadores. Antes la seguridad social tenía un problema de costes y ahora que le toca a él administrarlo, milagrosamente, lo tiene de ingresos.

Los datos de la realidad actual no hacen mella en sus cantos de adviento. Ni la reducción de horas trabajadas, ni los tres millones de parados, ni el desempleo estructural del 29 por ciento de los jóvenes. Él planta su fasilla (nunca mejor dicho) en una hoja de excel y venga a colgar cifras ajenas a un mundo tan real como una guerra, tan real como un globo inflado de dinero, tan real como unos tipos de interés incendiarios, tan real como las dudas sobre el sistema financiero internacional, tan real como el gigantesco déficit del sistema que nos dice que va a arreglar, tan real como el billón y medio largo de deuda pública. Eso sí, le salen unas cantidades afinadas en decimales que darían envidia a Kepler o a Einstein, que merecen la misma credibilidad que si nos dijera el número que va salir en el bonoloto el día 20 de marzo de 2050.

Y por si el disparate matemático-político  corriera el riesgo de ser informado por la instituciones pertinentes y debatido de acuerdo con la importancia y trascendencia social que objetivamente tiene, el ministro Escrivá, que lleva meses retrasando el bodrio que sale de sus telares, consigue que el Consejo de Ministros, que sólo se pone de acuerdo para estas cosas, lo apruebe como Decreto Ley, uno más del centenar y medio que lleva este Gobierno. Lo hace alentado por la nueva doctrina que acaba de acuñar el presidente del Tribunal Constitucional sobre lo relativas que son la urgencia y la necesidad para justificar un Decreto Ley en lugar de un proyecto de Ley.

Mientras tanto, hay que embarrar el terreno, y para ello nada mejor que hablar de las ganancias de las empresas con la inflación y callar las ganancias estratosféricas de Hacienda por esa misma inflación, ganancias que el Banco de España cifra en la mitad del exceso de recaudación en el IVA y en el IRPF no deflactados.

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