Pues resulta que entramos en temporada de besugo, ¡qué momento más apropiado para hablar de ellos!
Hay varias clases de besugos, no sólo de mar, también de tierra; pero me voy a ceñir al auténtico, cosa que ahora se lleva mucho, “lo auténtico”.
Pagellus bogaraveo, nombre científico del besugo rojo, el besugo de toda la vida. Los demás son imitaciones, no son “puro género”, “género auténtico”, esas cosas que los “gastrónomos” tienden a decir cuando se les agotan las desestructuraciones y demás inventos.
El Pagellus bogaraveo es el besugo genuino, más caro que los bonos del Tesoro, pero con un sabor digno de ser juzgado por apología del buen sabor.
Nuestro amigo, el besugo de mar, el besugo rojo, rojo de nombre y rojo botín de precio, es muy agradecido con las recetas sencillas, recetas de toda la vida, que son las que solucionan, no esas recetas de ajustes que no hay dios que entienda, y por ello vamos a cocinar algo facilito.
Nos vamos a la pescadería, si es que queda alguna abierta con esto de que al pequeño comercio le va mal. Es posible que el dueño esté indignado por los inconvenientes que le ponen los “besugos” de los bancos.
Elegimos pez y le decimos que nos lo limpie; ahora nos hará caso, ya que hay vender como sea. ¡No es tiempo de chulerías, ahora toca pringar A TODOS!
Damos una vuelta por el mercado, y para no sangrar más la cartera, compramos un kilo de patatas, una buena cebolla, cabezona como Moody’s, un manojo de perejil, ni eso ya se regala, una cabeza de ajo, y un “puñadito” de hierbas aromáticas, romero, albahaca, tomillo, cebollino, (sin comentarios sobre besugos y cebollinos juntos) en resumen, de las tradicionales, de esas que nos embriagan los sentidos y nos despejan la mente, no como los discursos políticos que nos empachan la mente y nos bloquean los sentidos.
No olvidar un poquito de pimentón, es lo único rojo que anima.
Llegamos a casa, cansados porque a los taxis se les mira de lejos, el bonobús vale más que el azafrán y el coche, ¿el coche? ¡¡¡ Ahhh, con lo que íbamos de vacaciones!!! Pues no me acuerdo de si lo vendí, si me lo embargaron junto con la plaza de garaje o aún lo tengo; en fin, será que los políticos quieren que tengamos vida saludable y andemos mucho.
¡Volvamos a la receta que cada vez que me da por pensar me pongo malo!
Pelamos las patatas, tiramos las mondas, aún no hemos llegado a la crítica situación de hacer sopa con ellas, y las cortamos en rodajitas no muy gordas.
Cogemos una fuente de cristal, bueno, de cristal o de lo que sea con lo que las fabrican los chinos, y ponemos el perejil bien “recortadito”, como los recursos de la sanidad en Cataluña, el ajito picado, como el Madrid y el Barça, y cortamos la cebolla como los anunciantes con La Noria, espolvoreamos las finas hierbas con el mismo cariño con el que nos trata la vida cuando pasamos de los mandamases, y salamos, que no se nos olvide, como se me olvidó a mí en la receta de los boletus , con las mismas ganas que tenemos de pedir prestamos.
Añadimos aceite como para cubrir el fondo, no como para cubrir pérdidas bancarias, un vaso de agua con una cucharadita del pimentón y otro de vino blanco, vale cualquiera, incluso el de cartón, aunque de reciclar hablaremos otro día,
Metemos al horno, que ya lo tenemos a 170º, la fuente china con las patatas y demás,
Cuando hayan pasado 10 minutos, más o menos el tiempo que tarda la prima de riesgo en subir 5 puntos, metemos previamente salado por dentro y por fuera el besugo, el de mar no el otro, y lo tenemos 45 minutos, que es el tiempo que tarda en depreciarse una vivienda el 5%.
Vigilamos tan atentamente como el BCE la economía si se ha agotado el agua y el vino; si es así, regamos con agua y vino al pez.
Por cierto, ¿qué el besugo es caro? Pues igual con cualquier otro pescado, de criadero, de caladero o de los piratas del Índico
¡¡Buen provecho!!
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