Madeleine abandona su hogar para ingresar en una residencia de ancianos, al otro lado de París. Un taxista viene a recogerla y ella le pide que pase por unos lugares de la capital que han marcado su vida. Es todo el argumento de ‘Un paseo con Madeleine’, 91 minutos de gran cine, que llega a las salas españolas gracias a A Contracorriente Films.

Puede que a alguien le recuerde a ‘Paseando con Mis Daisy’, pero no tiene nada que ver con esta otra magnífica película. Toda la historia se cuenta en los trayectos de un taxi por París durante un solo día, y se basa en el acercamiento lúcido y entrañable entre dos personas que no se conocen y que no tienen nada en común, hasta alcanzar el descubrimiento (ajeno, pero también propio) y el intercambio que enriquece a todos. También al espectador.

Dirigida por Christian Carion, que también es responsable del guión (con Cyril Gely), con música de Philippe Rombi y fotografía de Pierre Cottereau, la película se apoya, sobre todo, en la interpretación de sus dos protagonistas: Line Renauld (formidable e increíble en su papel de mujer de 92 años) y Dany Boon (el arisco taxista al que le cuesta un mundo sonreír, hasta el punto de que el famoso humorista es irreconocible en el papel).

Es una reflexión sobre el amor, la memoria, la vejez, la violencia machista y cómo combatirla, y también un paseo por el París de verdad, inclemente, el que no solemos ver los turistas. Carion hace una película casi artesanal, sin efectos especiales, que no cae en la trampa de la sensiblería, pero que muestra una mirada de extraordinaria sensibilidad y todavía mayor delicadeza y una gran capacidad de gestión de los personajes.

También se puede ver como el retrato de una mujer que ha sufrido (y soportado) ser madre soltera tras un romance con un soldado estadounidense en el París liberado,  los golpes de un marido que rechaza a su hijo, la indefensión ante esa violencia doméstica del machismo y ante la justicia patriarcal. ‘Un paseo con Madeleine’ muestra que no han mejorado tanto las cosas desde la Francia de los años 50 del pasado siglo.

Pero, especialmente, la película es un homenaje a una mujer que supuso levantarse y luchar, defenderse, aunque le cueste la cárcel, y ser un ejemplo a seguir. Una nonagenaria que no habla de muerte, sino de esperanza, de vida, la que recuerda y la que celebra en el taxi. Y que cuenta su vida con fuerza pero también con la sabia ironía de reírse de todo, también de una misma.