Tendría que ser motivo de alegría para la izquierda del PSOE contar con una candidata a la presidencia del Gobierno como la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo Yolanda Díaz, una mujer de probada aceptación ciudadana que incluso supera en las encuestas el índice de valoración del presidente Pedro Sánchez. Pero en vez de eso, la dirección de Unidas Podemos, ya ha lanzado su consigna contra ella: “¡Abajo el que suba!” Consigna muy española, desde luego. Y con el argumento democrático de que para ser candidata de Podemos tendría que someterse al veredicto de las bases en unas elecciones primarias, la ha mandado a cazar gamusinos.

De ese modo ni Irene Montero, Ione Belarra, Pablo Echenique, Rafa Mayoral ni ninguno de los restantes 25 miembros del Consejo de Coordinación, órgano ejecutivo de Podemos, asistieron al lanzamiento de la candidatura de Díaz el 2 de abril en el polideportivo Magariños de Madrid bajo el lema y la marca de Sumar. La decisión de la dirigencia de Podemos contrasta con las palabras de su exlíder Pablo Iglesias Turrión designando a Yolanda Díaz como la mejor sucesora en la candidatura a la presidencia del Gobierno.

A Sumar con la candidatura de esta ferrolana vestida de blanco (candidata viene de cándida, en blanco), hija de un sindicalista y excelente ministra de Trabajo en cuyo haber se halla una reforma laboral histórica por el acuerdo entre patronales y sindicatos, se han apuntado todos o casi todos los coaligados en su día en Podemos. En Sumar está Izquierda Unida, con su coordinador y ministro de Consumo, Alberto Garzón, al frente. También el PCE, que no se presenta a las elecciones hace años, con su diputado y secretario general Enrique de Santiago.

Pero no sólo la principal formación a la izquierda del PSOE antes de la irrupción de Podemos se apresta a Sumar con Díaz, sino también la mayoría de los partidos y plataformas que en su día respaldaron a Iglesias, como Equo, el partido verde encabezado por el exdirigente de Greenpace Juan López de Uralde; En Comú Podem de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau y Jaume Asens (presidente del grupo parlamentario de UP); Más País de Iñigo Errejón y Mónica García, cabeza de la primera fuerza de la oposición en Madrid, por delante del PSOE; Més per Mallorca; Compromís de Joan Baldoví; Chunta Aragonesista de Joaquín Palacín; Galicia en Común, de la propia Yolanda y el diputado Antón Gómez-Reino; Batzarre, la formación navarra coaligada con IU; Iniciativa del Pueblo Andaluz y Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía de Ceuta, entre otros grupos.

La principal desavenencia de las jefas de Podemos con Yolanda Díaz se debe a “la omisión de socorro” a Irene Montero ante los efectos indeseados de “la ley del sólo sí es sí”. Montero y su marido Iglesias querían que Yolanda se quemara defendiendo el adefesio jurídico y cargando contra los jueces que aceptaban la rebaja de penas a los violadores. Pero la vicepresidenta pasó de ese cáliz sin entrar en polémica ni responder a las amenazas de Iglesias: “Lo pagaréis”, dijo. La ambigüedad gallega es compatible con la lealtad, no con la obcecación ni la perseverancia en el error.

Con estas posiciones de partida (y de partido) la actualidad política (y parlamentaria) se centra ya de lleno en las elecciones autonómicas y locales del 28 de mayo. Los resultados darán lugar a pactos de gobierno, investidura o legislatura en numerosas ciudades. Y, como siempre ocurre, las desavenencias, divisiones y trifulcas en la constelación de izquierdas, fragmentan el voto, ahuyentan a los electores y son la mejor la mejor campaña y la mayor renta de las derechas. Vale suponer que politólogos tan eminentes como Iglesias y su sucesora Belarra son conscientes de ese fenómeno y se avendrán a acuerdos para sumar.