«Less está perdido», de Andrew Sean Greer (AdN, traducción de Miguel Marqués, 288 páginas), es la historia de un «novelista blanco, gay, de mediana edad del que nunca ha oído hablar nadie». Un escritor que se pregunta: «¿soy acaso el único homosexual frígido de Nueva York?».

Es también una ácida parodia de los jurados de premios literarios y de las relaciones, casi nunca amistosas, entre escritores. Y de la confusión entre dos autores con el mismo nombre y apellido, salvo que uno es afrocanadiense y el otro, blanco.

Pero también se puede leer como un viaje por EEUU, donde «pasan horas sin que la carretera se anime siquiera a describir la más leve curva». Unos trayectos hacia una «memoria de lavanda y de rechinar de tranvías», hacia la isla de Valonica, en lugar en el que «primero sale el sol sobre EEUU», hacia la Viuda del último ballenero de Nueva Inglaterra. Y en los que se «contempla el alma de los estadounidenses pasearse playa arriba y playa abajo».

Otra lectura es sobre la literatura y sobre el sentido de la existencia: «Sólo los que no han pasado aún de las primeras páginas de la vida pueden confiar en que el Escritor sabe lo que hace». Sobre «¿qué nombre poner a lo que sentía?».

Para descubrir que «la vida nos viene entretejida con un hilo mágico», aunque «para algunos es un paseo, tan ajena a cualquier incidente como a la poesía», «una existencia que ofrece una suerte de felicidad amortiguada». Y «cuán certeramente entra la aguja del tocadiscos en el surco del vinilo de la memoria». O que «el traje es del azul más vivo que existe».

Al final se descubre que «la felicidad está al alcance de la mano si alargamos el brazo» y que «no es el mejor, pero es lo mejor que yo haya tenido nunca».