Elijan hasta donde les dejan

24/05/2023

Hernando F. Calleja.

En muchas conversaciones de los últimos días percibo un ambiente de perplejidad frente al voto municipal y autonómico. Con las personas con las que me relaciono suelen tenerlo bastante claro, pero en esta ocasión me parece que se duda mucho o bien que, con todos los partidos alejados del centro político en la experiencia más próxima, ninguno los atrae lo suficiente.

Soy objetor electoral. Solo voté en 1977, porque entendía que el sistema por el que se rigieron aquellos comicios generales era una improvisación en forma de decreto. Mi gozo en un pozo. Con pocas variaciones se ha perpetuado el sistema de listas cerradas y bloqueadas, que te obliga a votar a un merluzo que va en la lista con posibilidades de salir electo, cuando sabes que es una nulidad, un trepa, un ciudadano poco ejemplar o las tres cosas juntas. No obstante, aclaro que no soy un prescriptor de voto y mucho menos un propagandista del abstencionismo.

Mi inveterada ausencia ante las urnas se debe no a las personas, sino al sistema. Con rara unanimidad, que esconde muchos complejos, muchas ineficiencias y muchos compromisos, los partidos políticos son un bloque en la defensa de las listas cerradas y bloqueadas. Es el triunfo de la política servil y pastueña que justifica, incluso, contravenir la Constitución, que afirma que los representantes no están sujetos a mandato imperativo. Para un electo, votar en conciencia se convierte así en una práctica reprobada, multada y hasta supone la expulsión del grupo parlamentario.

Si en algún momento hubiera tenido la tentación de acudir a votar, superando mi repugnancia a las listas cerradas y bloqueadas, mis dudas me paralizarían igualmente ante las cosas que he oído decir a unos y otros durante esta campaña. Valga como ejemplo lo que una arriscada candidata autonómica, se atribuía como logro político de la izquierda. Afirmó con toda desenvoltura, que gracias a ellos había una ley de divorcio en España. Estoy por asegurar que tal candidata ni siquiera había nacido cuando se aprobó la llamada ley de divorcio en 1981, es decir, con un gobierno de Unión de Centro Democrático. Pero ya sabemos quiénes tienen el monopolio del progreso, aunque sea a costa de la verdad.

A lo que vamos. Que ustedes son libres, que pueden votar o no; que pueden hacerlo temprano o esperar casi al cierre de las urnas; que tienen derecho a elegir el partido que quieran… aunque no a las personas que quieran. Esas son las reglas, impuestas, de este juego.

¡Qué le vamos a hacer!

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(Sin votos)

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