Entre el odio político y el xenófono

26/05/2023

Maite Vázquez del Río.

En España se odia. España ha sido portada y comentario principal en todo el mundo. Desde la ONU, G7, Brasil, la Casa Blanca, multitud de periódicos, comentarios en Twitter y demás redes sociales… una vez más por la xenofobia en los partidos de fútbol, un odio dirigido al jugador del Real Madrid, Vinicius Jr. Su repercusión ha sido tal que hasta los políticos y autoridades deportivas se han visto obligadas a tomar cartas en el asunto.

Parece que en España se va a muerte con los colores de un equipo. No hay nadie que cambie y si alguien brilla y nos puede hacer daño, como por ejemplo contribuir con una gotita a que nuestro equipo baje a segunda división, ese brillo, técnica y destreza se odia y de algunos energúmenos salen lindezas como llamarle «puto negro», «mono»… y demás ofensas e insultos que hasta desean su muerte. En este punto me hace dudar si ese odio es más contra el color de la piel al miedo a que el Valencia pueda bajar a segunda.

Es un problema que siempre ha estado en los estadios de fútbol, sin que nadie haya hecho nada, más allá de la declaración puntual en contra. No ha sido hasta el revuelo mundial del caso Vinicius cuando la Justicia ha llamado a capítulo a los fanáticos del Atlético de Madrid que colgaron de uno de los puentes de la Castellana un ‘muñeco’ de Vinicius.

Pero como decía al principio, en España se odia. Se odia al conductor que nos hace una pifia en la carretera, al vecino que impide cualquier mejora en nuestra comunidad, al que se cuela en la cola, a los padres del niño que no para de berrear sin que hagan nada, al que se le escapa alguna vaca a nuestros pastos, al que nos roba, al que no nos deja dormir una noche detrás de otra, al gay, al gitano… Se odia.

Y claro está, no podía faltar el odio por las diferencias ideológicas. En este punto parece que no hay neutralidad en España. Fascista o comunista, de derechas o de izquierdas. En mi opinión, éste es el peor. Las consignas ideológicas trascienden todos los ámbitos de nuestro quehacer diario. Y sin señalar a nadie, parece que a algún partido político no le gustan los emigrantes, pese a son los que están contribuyendo por goleada a mejorar nuestra natalidad, nuestros ingresos a la Seguridad Social y a Hacienda; no les gustan los gays, trans…; no les gusta tanta ayuda a los vulnerables; no aceptan el aborto; no aceptan los impuestos a quienes más ganan (personas y empresas)… odian todo lo que no coincide con su ideología. Y ese odio se convierte en insultos, mala educación, una verborrea no conocida en el Congreso de los Diputados hasta hace muy poquitos años.

Pero hay partidos políticos, sigo sin señalar, que odian a los que viven bien, sin importar la procedencia de sus ingresos, porque siempre serán la «casta», aunque no vean el camino de trabajo, esfuerzo, sacrificio… que los ha llevado a mejorar, a tener mejores casas, coches, piscinas… creen que tienen que ayudar a quienes no está demostrado que quieran trabajar, esforzarse o sacrificarse. El victimismo es la máxima de esta ideología.

Con estas diatribas nos encontramos de nuevo ante las urnas. Pocos nos han hablado de lo que van a hacer en nuestra ciudad o comunidad. El discurso ha sido más bien de carácter nacional, con Ayuso llevando la batuta y los demás permitiéndoselo. Y como final de campaña la compra de votos. ¿Ha sido la primera vez? ¿O más bien sea que ante la igualdad en la intención de voto han decidido, por fin, destaparnos algo que se ha venido haciendo desde siempre?

Los españoles iremos este 28M a votar. ¿Será nuestro odio el que decida qué papeleta elegimos?

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