O todo o nada

29/05/2023

Maite Vázquez del Río.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha pillado a todos con el pie cambiado. A los suyos, ya que la inmensa familia socialista no sabía nada, a los partidos de la oposición que aún estaban con la resaca de la victoria electoral y a los propios ciudadanos, que todavía no hemos acabado de entender qué es lo que nos viene por delante con los nuevos gobiernos municipales y regionales.

Sánchez ha decidido adelantar las elecciones generales. Su cara de circunstancias, como de jugador de póker, sin entender el batacazo dado por los electores al PSOE, no hacía vaticinar lo que iba a decir. Pero lo dijo, y nos sorprendió a todos: convoca elecciones generales para el 13 de julio.

Hay que reconocerle su arrojo. Con todos los vientos en contra, con las papeletas aún calientes, recién sacadas de las urnas, Sánchez quiere que los españoles se aclaren de lo que quieren. Es un todo o nada.

Ha asumido en primera persona la derrota y dejar en manos de la voluntad popular el destino del país ante los nuevos retos.

Pero también ha recordado a los ciudadanos que las reformas a las que se había comprometido ya están puestas en marcha. Ha explicado que España ya está encauzada en la recuperación económica, de empleo y de cohesión social. Y ahora es el momento de una nueva etapa. Los españoles serán quien decidan por quién quieren ser dirigidos. Todo o nada.

Esta legislatura no ha sido fácil para Sánchez. El primero gobierno de coalición en España ha pasado factura a los dos partidos que lo suscribieron. Con Podemos perdiendo gas en toda la geografía, el efecto 15M olvidado, y amenazados por una Susana Díaz, más cabal, menos conflictiva y más dialogante, Ione Belarra poco margen de maniobra podía hacer en los próximos seis meses. Tal vez montar más bronca, sin darse cuenta de que la bronca es precisamente lo que han castigado los españoles.

Lo cierto es que muchas reformas adoptadas han sido buenas. Pero las broncas en el seno del Consejo de Ministros y fuera de él, las han deslucido y casi han pasado desapercibidas, excepto por los beneficiados por ellas que, no obstante, a la hora de votar parece que también se han olvidado.

No es fácil gobernar con un moscardón permanente que ha primado los intereses partidistas y colgarse medallas más que dedicarse a gobernar sin ruido. Los réditos hubieran quedado iguales, pero la forma les ha perdido.

Sánchez se ha visto arrastrado por ese efecto de la bronca permanente. Ha tenido que gobernar, y mucho por todo lo que ha ocurrido en esta legislatura, y al mismo tiempo capear el temporal y las tormentas siempre inesperadas de sus socios.

Como ya le ocurrió en la secretaría general del PSOE, cuando tuvo que salir y buscarse la vida para volver. Ahora Sánchez vuelve otra vez al todo o nada.

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