El símbolo del cambio

31/05/2023

José María Triper.

Justificaba Pedro Sánchez su decisión de adelantar a julio las elecciones generales argumentando que había que asumir responsabilidades. Cierto. Pero cuando se ha tenido una debacle como el que él ha sufrido el 28-M la única asunción de responsabilidades admisible hubiera sido dimitir como hizo en su momento, con menos motivos, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pero, además de que la diferencia moral, sentido del deber y del Estado entre ambos es abismal, quienes tratan y conocen al todavía presidente del Gobierno refieren sin ambages que la palabra dimitir no cabe en la mente, en la egolatría, el despotismo y en la soberbia de un personaje incapaz de entender que la causa principal de esta debacle electoral ha sido, es y sigue siendo su falta de credibilidad y el rechazo social de la mayoría de los españoles a sus políticas, a sus pactos con los enemigos de España y de la democracia, y especialmente a su persona.

Un personaje sin ideología y sin principios, capaz de embarrar la política, de enfrentar a los españoles, sin escrúpulos para dinamitar la presidencia española de la UE y al que no le importan ni el PSOE ni España y al que lo único que le ocupa y le preocupa es él sus objetivos y sus ambiciones personales.

Ni la compra de votos, ni las falsas promesas de viviendas, ni las rebajas en viajes para jóvenes, ni el cine a 2 euros para los mayores, ni las cocinas del servil Tezanos en el CIS, ni la manipulación de los datos de la economía y el empleo han servido para tapar cinco años de autoritarismo y de mentiras, de colonización de las instituciones democrática, de pactos con los enemigos de España y los herederos de los terroristas, su entreguismo y el indulto a los golpistas catalanes, o el centenar de violadores y delincuentes sexuales que han salido de la cárcel y el millar que han visto rebajadas sus condenas por su ley del “Sí es Sí”, además del despropósito de la “ley Trans”.

Todo eso aderezado con una gestión económica errática, populista, intervencionista, despilfarradora y fiscalmente abusiva, contraria a los intereses de España, de las empresas, de los trabajadores que nos ha llevado al furgón de cola de la UE, a ser el único estado miembro que todavía no ha recuperado el PIB anterior a la pandemia, a liderar el desempleo duplicando la tasa de paro de la Unión, a ser el país de la OCDE con mayor pérdida de poder adquisitivo en los hogares desde 2019, y a tener una deuda pública en máximos históricos, el 113% del PIB. Deuda que, como es sabido, se trata de un impuesto en diferido que provoca estancamiento económico, más impuestos y menos y peores servicios del Estado.

Política económica esta de la sociedad Sánchez&Calviño que contrasta con la exitosa gestión de los gobiernos de Díaz Ayuso y Juanma Moreno en Madrid y Andalucía. Especialmente la realizada en la comunidad capitalina, un oasis de libertad económica basado en rebajas de impuestos, estímulos a la inversión, a las empresas y al ahorro, libre comercio, reducción de trabas burocráticas y mejora de las infraestructuras y servicios.

Madrid lidera el ranking autonómico de la recuperación con un crecimiento del PIB del 2,1% en el primer semestre de este año que supera al registrado antes del COVID. Es también la que tiene un menor nivel de deuda sobre el PIB, sólo el 3,5%. Es, con diferencia, la primera en atracción de inversiones nacionales y extranjeras, tiene la inflación más baja de todas las comunidades españolas con un 3,4% y lidera la creación de puestos de trabajo siendo la cuarta comunidad con menos desempleo.

Todo ello con el impuesto sobre la renta más bajo y con bonificaciones del 99% en sucesiones y donaciones y el 100% en patrimonio. Rebajas que no han repercutido en la calidad de los servicios públicos como demuestra que Madrid es la comunidad con menor tiempo de espera para ser operado, con una media de 63 días, y es la que menos pacientes tiene en lista de espera con un 10,68 por cada mil habitantes. Esas son las razones de la mayoría aplastante de los populares en Madrid, que se ha convertido en el símbolo del cambio. Y esas es también la razón por la que Pedro Sánchez odia Madrid, porque odia la libertad.

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