El gran derogador

07/06/2023

Luis Díez.

Érase una vez un líder político estupendo. Se presentaba a las elecciones generales del 23 de julio con la promesa de configurar una España como dios manda. Lo primero, la familia. ¿Cómo no iba a ser lo primero si su hermana, que era muy lista y había dejado un cargo en Zara por otro mejor remunerado en Eulen, recibía las mejores y más pingues contratas del gobierno autonómico que él presidía? “No me mienten a la familia, la familia es sagrada”, solía decir cuando le criticaban por favoritismo manifiesto, carero y perjudicial para las arcas públicas. Llegado el caso, ¿cómo no iba a respaldar a su correligionaria madrileña Isabel Díaz Ayuso cuando el presidente del partido, Pablo Casado, le pedía cuentas por los contratos a dedo que había asignado a su hermano a causa de la pandemia de coronavirus? La familia es intocable; el dinero público, ayer a beneficio del papá de Ayuso y hoy al del hermano de Ayuso, no lo es. Así que de aquella crisis provocada por el afán de Casado de ejercer su poder en el partido para imponer limpieza a sus subordinados salió periclitado el propio Casado.

Después de la familia (ahí tienen también al primo tonto del alcalde de Madrid) son los amigos lo más importante. El aspirante a la configuración de España como Dios manda conoce el valor contante y sonante de la amistad. ¿Cómo no lo va a conocer si ya en 1995, cuando era secretario general de la Consejería de Sanidad de la Xunta de Galicia disfrutaba de la amistad de Marcial Dorado, un hombre muy rico, contrabandista de tabaco y de cocaína con el que disfrutaba con pareja, la periodista Carmen Gámir, abordo de su yate en las cristalinas aguas de Ibiza, y, por supuesto, de las amenas excursiones por las Rías Bajas? Dorado poseía medio centenar de fincas y viñedos en Galicia y atesoraba una fortuna en paraísos fiscales. Con amigos como ese, ¿cómo no iba a comprender a Titi Muñoz, alcaldesa de Marbella con un hijastro en la trama del narcotráfico? El gran contrabandista y traficante de drogas Marcial Doral disponía de sociedades en paraísos fiscales y de testaferros que blanqueaban el capital de su actividad criminal. Uno de ellos obedecía al nombre de Manuel Cruz, controlaba varias gasolineras y estaba empleado de chófer del consejero de Sanidad, José Manuel Romay Beccaría, superior y gran valedor del estupendo líder. Ni que decir tiene que desde su cargo como “número dos” de la Consejería, el líder estupendo le adjudicó los contratos de suministro de gasoil a los hospitales públicos galegos (calefacción y otros) y a los servicios de ambulancias antes de ser privatizados.

En aquellas fechas, con 34 años, el líder ya conocía la importancia de la ideología y le importaba nada y menos que al amigo y testaferro de su amigo Dorado, el mencionado Manuel Cruz, le añadieran “Gamada”. Por cierto, que Cruz “Gamada” murió en un accidente que algunos medios de comunicación galegos calificaron de “extraño”. ¿Si entonces no le importaba relacionarse con ultraderechistas y usar el poder para beneficiarles, por qué había de repugnarle que el colega y correligionario Fernández Mañueco formara un gobierno de coalición con Vox para seguir mandando en Castilla y León? ¿O que el también colega y correligionario andaluz Moreno Bonilla recibiera el respaldo de los vóxidos para legalizar cientos de hectáreas de regadío ilegales en Doñana? ¿Qué importancia, en efecto, puede tener la ideología, cuando ni los conservadores quieren conservar esa joya mundial de la naturaleza que es el Parque Nacional de Doñana? En la España como Dios manda hay una prioridad absoluta: el beneficio privado. De ahí que al estupendo líder tampoco le importe mucho el negacionismo rampante de la ultraderecha desgajada, al fin y al cabo, de su propio partido. La emergencia climática es mentira, “un invento de fanáticos”, según el socio y rollizo jefe voxido, Abascal Conde.

Si luego, como ocurrió el miércoles, 7 de junio en la Diputación del Congreso, hay que votar a favor de las ayudas a los agricultores y ganaderos (784 millones de euros) para hacer frente a las consecuencias de la sequía, incluido un nuevo trasvase de agua a Doñana, se vota y no pasa nada. Pero que conste, señor ministro de Agricultura, Luis Planas, que “es insuficiente”. Y si los voxidos se abstienen, como ha ocurrido, allá ellos. Se ve que con obligar a las mujeres que necesitan abortar, incluidas las que han sufrido violaciones, a escuchar los latidos del feto, y con negar la violencia machista y con perseguir a los trabajadores inmigrantes ya aportan mucho, muchísimo, al proyecto del estupendo líder para configurar esa España como Dios manda. Desde luego, en esa España, los gays y lesbianas deben andar con mucho cuidado. El líder, que estudió interno tres años en los Maristas de Leon, ya ha dicho que “nada de derechos a los transexuales”. La España eterna, imperecedera, no puede tratar igual a los que cambian de sexo que a quienes conservan el que Dios les dio.

Puesto que después de cursar el bachillerato superior con los frailes, el líder estupendo cursó Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, sabe muy bien de lo que habla cuando se propone derogar, por no decir anular, los derechos humanos, laborales y sociales conseguidos en la última legislatura, con el socialista Pedro Sánchez al frente del Gobierno de coalición progresista. ¿Dónde se han visto tantas patadas hacia arriba del Salario Mínimo Interprofesional? ¿Qué es eso de que la paga de los jubilados tenga que subir lo mismo que el IPC anual? ¿No saben que los mayores ya no trabajan y no necesitan comer tanto? Y sobre las leyes laborales, ¿quién ha dicho que los patrones no puedan contratar y despedir por temporadas, incluso por días o semanas? Del trato fiscal a la riqueza (eso que llaman reparto) hay mucho que derogar. ¿Cuándo se ha visto que los hacendados, los mejor pagados y las sociedades con mayores beneficios tengan que pagar más impuestos? Muchos más asuntos y hechos diferenciales de catalanes y vascos figuran en el catálogo derogador del estupendo líder que surgió del “chapapote” y por un fallo técnico en el sistema de corrupción del delfín de Manuel Fraga, el ya fallecido Xosé Cuiña Crespo, alcanzó la vicepresidencia de la Xunta de Galicia. Si aceptase debatirlos con el actual presidente y dirigente del PSOE, Pedro Sánchez, podríamos conocerlos al por menor. De momento, así, al por mayor, hemos de conformarnos con la burda posverdad goebbeliana: “la derogación del sanchismo”, un invento del “feijismo” para no llamar a las cosas por su nombre, distraer al personal y escamotear la realidad de un país que progresa y no se rompe, mal que pese a los obstáculos tradicionales.

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