Les doy mi palabra de que hoy pretendía escribir sobre los tipos de interés y la estrategia de la Reserva Federal norteamericana y del Banco Central Europeo. Sin embargo, ha interrumpido mi meditación previa la Vicepresidenta Segunda (en lo sucesivo V2), empeñada como está en alcanzar nuestro propio Xanadú, aportando ideas novísimas para encarrilar la economía española. Uno de sus grandes descubrimientos es el soviet. Un poco tardío, a mi modo de ver, pero para ella debe ser la monda de la organización interna en las empresas.
Tan preclara amalgamadora de partidos instalados ideológicamente en los últimos años del siglo XIX o principio del siglo XX, cuando habla de la participación de los trabajadores en la empresa, no se refiere a su imprescindible aportación productiva, sino a la presencia de los trabajadores sindicados en los órganos de gestión de la empresa, en sus consejos de administración. Eso, según ella es un hallazgo, por más que la experiencia más que secular acumulada nos habla de fracaso estrepitoso.
Durante los actos conmemorativos del 45 Aniversario del diario decano de la información económica, CINCO DÍAS, en cuya redacción fundacional participó quien les escribe (y bien orgulloso que me siento de ello) V2 hizo un esbozo de lo que, sin duda se convertirá, en programa de su multicolor grey electoral, que va dirigido, frontalmente contra la empresa, porque no sólo exige la injerencia en las decisiones estratégicas de los soviets que postula. Está también en contra de los beneficios empresariales.
Bueno, por decirlo más claro, no es que no quiera que las empresas ganen dinero, lo que quiere realmente es llevarse galanamente los beneficios mediante los impuestos, no vaya a ser que los malvados empresarios reinviertan para crecer o para mejorar su tecnología y competitividad, Y aquí vienen otras novedades que V2 pretende implantar, como el impuesto a la transición verde o el impuesto a la transición digital, porque ambas deben de ser malas malísimas para España y hay que penalizarlas.
Sin embargo hay una figura impositiva que, ciertamente, sí me ha sorprendido. Aquella que denominó la fiscalidad feminista. Me devano los sesos intentando formular un impuesto, una tasa o, aún más fashion, un gravamen temporal necesariamente progresivos, cuya base imponible sea el grado feminista del sujeto pasivo. No sé si pagarán el tipo más alto los muy, muy, muy, pero que muy feministas, el tipo medio, los feministas más convencionales y quedarán exentos los pobres que no sean nada feministas o, por el contrario, serán los muy, muy, muy pero que muy feministas los exentos y pagarán el pato los medianamente feministas y los nada feministas. Ya nos lo dirá la inventora.
Otra de las obsesiones de la conspicua V2 son los márgenes de las empresas, que no pueden ser más que fruto de una conspiración mundial de Harpagones molierescos. V2 tiene también la fórmula. Un observatorio de control y vigilancia de los márgenes que, digo yo, no se limitará a observar y vigilar, sino que se presupone, aunque ella no lo diga, que tendrá un poder admonitorio y, presumiblemente, punitivo en metálico. ¿Quién formará parte del dicho observatorio? No quiero ni pensarlo.
Y como no hay casi ningún organismo inútil en España, V2 propone la creación de un Consejo de Productividad, porque, reconoce, “la productividad está 25 puntos por debajo de la media europea”. Y para resolver este serio desajuste es imprescindible un Consejo formado por funcionarios (que de productividad saben un…), sindicatos (a los que los la productividad les suena a canto celestial), académicos (que no pisan una empresa) y, por fin, empresarios porque, alguno tiene que haber.
Creo que la curiosidad de los lectores ha salido ganando con el desvío de esta columna hacia los grandes descubrimientos de V2, dejando de lado algo tan aburrido como la política monetaria de la FED y del BCE.
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