Qué puede ocultarse tras Zoorama, que nebulosa cóncava se esconde en la designación de un artificio entendido como verdad anímica y extraña. Proyecto Zoorama es una novela hecha en días de crisis que nos demuestra, al tiempo, que la propia novela no está en crisis, que la modernidad es posible sin nombrarse a sí misma ni ostentar pretensiones de vanguardias teóricas luego no refrendadas por la prosa más plana. Proyecto Zoorama, como las mejores novelas, da sentido a su contemporaneidad sin tener que anunciarla, sino dotando a sus personajes de la entidad del tiempo en que transitan, su dualidad inicial –abogado/escritor, triunfo/fracaso, sobriedad/exceso, soledad/soledad extrema, degradación/pureza, etc.-, sin que el lector tenga claro, en ningún momento narrativo, cuál es la postura emocional del escritor ni su punto de giro.

Digo punto de giro porque el autor, Andrés Reina, es también guionista cinematográfico y autor de teatro, y eso quizá se advierte, o es un rasgo que puede rastrearse, en la pulcritud de los diálogos y en su verosimilitud, con unos personajes que se salen del texto y entablan un diálogo no sólo entre ellos mismos, sino con el lector y el autor, en otro desdoblamiento aún más audaz: el de autor/personaje, lo que acaba partiendo al propio lector por la mitad, metiéndolo de lleno en la ficción que habitará no únicamente mientras transite las páginas del libro, sino también cuando acabe la lectura.

Después de Yoshiwara y de haberse volcado en su producción dramática, representando sus obras en las compañías Teatro de los Locos y Punto en Movimiento filial España, de las que fue cofundador, Andrés Reina regresa tras matar al leopardo.

Su nueva novela, Proyecto Zoorama, tiene en común con la anterior, la trepidante Matar a un leopardo, la creación de un artefacto intelectual dentro del artefacto de la novela en sí misma, una especie de recreación fantástica y verbal que responde a la naturaleza del enigma, que sólo puede ser existencial: quiénes somos y qué es el saber, qué lugar ocupa en nuestra vida y en nuestra ambiciones. Borges y Cortázar durmiendo en la retina sólo como la espina transparente de un pez con unos músculos de agua, ya desarrollados en su propia especie. Un abogado y escritor de éxito –lo que ya es otra llamativa paradoja, otra dualidad- se interna en su propia caída.

Dejo aquí el arranque de Proyecto Zoorama, de Andrés Reina, toda una poética:

“Todos los escritores han querido ser estrellas del rock antes o después. Mi caso no es distinto, fue en la época en que inventamos el proyecto Zoorama. ¿Qué es Zoorama? Los muslos abiertos de una chica, el aliento de un depredador a tu espalda, una oración a los dioses con instinto asesino. Imagino que muchos verán mi historia como el auge y caída de un novelista y abogado acostumbrado al éxito, al lujo y a las fiestas; como una metáfora de nuestra vertiginosa y vengativa sociedad. ¿Para qué negarlo? Soy carne de cañón para columnistas carroñeros, pero debe concedérseme cierto mérito: en tan sólo nueve semanas fui capaz de tirar por la borda mi carrera de abogado, y también la de escritor; me vi envuelto en un homicidio y un secuestro; huí del país, emprendí una persecución desesperada a la caza de un fantasma por medio mundo, París, Hong Kong, Saigón, la jungla camboyana. Esta maraña de espinas, esta arquitectura de desastres, estos veinticuatro fotogramas por segundo de crímenes y castigos arrancaron cuando, después de mucho tiempo, alguien susurró en mi oído las palabras proyecto Zoorama. Creía que Zoorama estaba olvidada, pero me equivocaba”.

Ha sido publicada por la Editorial Paréntesis, que se está destacando por las hermosas reediciones de novelas como A este lado del paraíso y El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, y por descubrir obras potentes y creativas, como Proyecto Zoorama.