El candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, realizó un gran esfuerzo durante el debate con su contrincante del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por desmarcarse de la ultraderecha, Vox, cuyos postulados no sólo no le repugnan, sino que asume con toda tranquilidad. Se podría decir que el programa de contrarreformas lo marca Vox y que Feijóo y su partido prefieren doblarse a quebrarse.

Las evidencias del único cara a cara electoral y, probablemente, del debate del jueves, 13 de julio, entre todos los candidatos con grupos parlamentarios, señalan a un gestor bancario que desea ocultar su mochila ideológica con la trilita miserable, involutiva y, en todo caso explosiva y mortal, de sus amados hermanos de la ultraderecha. Hermanos del mismo tronco, se entiende.

El pegamento de Feijóo es Vox. La ultraderecha negacionista y sinceramente reaccionaria se ha convertido, con su 1,6 millones de votos en las elecciones locales de mayo, en un soporte fundamental del poderío del PP. Desde Castilla y León, donde la coalición PP-Cs fracasó por los méritos de unos y otros, el pegamento entre la derecha extrema y la extrema derecha les ha permitido recuperar el poder en todas las autonomías donde el lodazal de la corrupción ha sido histórico desde la época del inefable Aznar y la reina de los batracios, lady Aguirre.

Si el candidato y presidente del PP, Feijóo, rechazara la alianza con la ultraderecha habría evitado que sus barones, supuestamente subordinados, sellaran pactos de gobierno y realizaran concesiones contrarias a los derechos humanos individuales y colectivos. Pero no lo ha hecho y, además, ya ha pactado con el jefe vóxido Abascal el futuro gobierno de coalición si entre los dos suman mayoría suficiente.

¿A santo de qué, entonces, ese esfuerzo del de Ourense en despegarse de Vox, firmando un papel en el debate con Sánchez para que gobierne el que más votos saque? ¿A quién pretendía engañar ese hombre que a los 61 años se supone conocedor del sistema parlamentario? “Eso dígaselo a Vara”, le tuvo que replicar varias veces el presidente del Gobierno en referencia a la oferta del expresidente de Extremadura de facilitar la investidura de la candidata del PP sin necesidad de tragar a Vox.

La credibilidad de un candidato más dispuesto a crear nuevos problemas de convivencia entre los ciudadanos (y por supuesto, si son catalanes o vascos), más dispuesto a combatir a los sindicatos de la clase trabajadora y laboral que a practicar un trato equilibrado entre capital y trabajo y, en definitiva, a recortar derechos a los más vulnerables se resume en el programa de Vox. Lean, comparen, y si encuentran algo mejor, voten.