La congoja del mundo

14/07/2023

Miguel Ángel Valero. Sarah Wilson invita, en "Esta vida única, preciosa y salvaej, Volver a conectarnos a un mundo facturado", a "oír los murmullos de nuestras almas".

«Esta vida única, preciosa y salvaje. Volver a conectarnos a un mundo fracturado», de Sarah Wilson (Siglantana, 304 páginas, traducción de Óscar Franco), es una densa, repleta de citas y de reflexiones. Un libro que hace pensar, que obliga a releer los párrafos una y otra vez para tratar de sacar todo el jugo posible.

Desde la invitación del poeta sufí Rumi («Lejos de ideas sobre lo incorrecto y lo correcto, hay un prado. Ahí te encontraré»), hasta la acertada frase de Friedrich Nietzsche («Todos los pensamientos verdaderamente grandiosos se conciben caminando»).

Se aprende que «la soledad es un lugar abarrotado de gente» (Olivia Laing), «si te aterra la soledad no te cases» (Anton Chekhov) y que «un recién nacido llora cuando le cortan el cordón y parece que con ello se extingue lo milagroso» (Patti Smith).

Sarah Wilson nos enseña que «cuando no sabemos hacia dónde queda nuestro verdadero norte, cuando estamos deshumanizados, la desorientación es aterradora, estamos suspendidos en una vastedad vaga y sin rumbo».

Y que «los humanos somo paradójicos: con frecuencia necesitamos estar solos para reconectarnos con la vida y con nosotros mismos, lo cual nos permite conectarnos con los demás de manera más relevante».

También, que «es precisamente este reflejo en el otro y en el mundo lo que ha domesticado a nuestros peores impulsos y nos ha hecho ser responsables».

«Justamente más allá de ti mismo. Es donde necesitas estar», recita David Whyte. Porque, como escribe Pema Chödron en «La sabiduría de la no-evasión», «la vida es toda una travesía en la que nos reunimos con nuestro límite una y otra vez».

Porque «cuando no nos están alertando, vendiendo, tocando bocinas ni zarandeando, podemos oír los murmullos de nuestras almas», indica la autora. Que nos invita, con Martin Luther King, a no terminar «durmiendo durante una revolución». Ya que «somos el único animal consciente de que nuestro tiempo aquí es limitado», insiste Sarah Wilson.

El mensaje final es optimista: «La esperanza solo tiene sentido cuando no tiene sentido tener esperanza».

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