Ganar la guerra y perder las elecciones

20/07/2023

Luis Díez.

Winston Churchill demostró que se puede ganar la guerra y perder las elecciones. Su caso, como el de otros dirigentes políticos menos conocidos, viene a demostrar el deseo de muchos electores de pasar la página del inmediato pasado y de mirar al futuro con el deseo de encontrar algo mejor o menos malo. Salvando las distancias, el presidente del Gobierno y dirigente del PSOE, Pedro Sánchez, ha dirigido con acierto la batalla contra la maldita pandemia de coronavirus que tantas vidas se ha llevado por delante, y la ha ganado. Su temple y los esfuerzos del Ejecutivo en su conjunto, comenzando por el exministro y dirigente del PSC, Salvador Illa, ha constituido un ejemplo de prudencia y acierto, en contraste con determinados botarates como el presidente estadounidense Donald Trump o el primer ministro británico Boris Johnson. Y eso que fue España, junto con Italia, el país más afectado por la pandemia.

El confinamiento y las medidas restrictivas para evitar los contagios y la pérdida de más, muchas más vidas humanas, cosecharon el rechazo y las críticas más acerbas de las derechas (PP y Vox). Incluso se manifestaron en coches y autobuses por la Castellana de Madrid para expresar su protesta. Los bares y las terrazas fueron las banderas (de España) de la hija política y sucesora de Esperanza Aguirre al frente del gobierno regional madrileño. De la desgracia sacaron tajada. Lo mismo que Cuiña del chapapote de Aznar y Cascos. Conservadores y reaccionarios de toda laya presentaron denuncias en los juzgados para incriminar al nefasto Gobierno “socialcomunista bolivariano” como responsable máximo de los efectos mortales de la pandemia. Incluso dedicaron a un alto mando de la Guardia Civil, jefe de la comandancia de Madrid, nada menos, a elaborar un informe lleno de falacias, medias verdades y recortes de la prensa proclive para sentar en el banquillo al titular de Sanidad y al delegado del Gobierno en Madrid.

Vino a continuación la siembra de insidias, desconfianza y recelos en Bruselas sobre las fórmulas propuestas por el presidente Sánchez para relanzar la economía europea tras el parón de la pandemia, fórmulas aceptadas y apoyadas por los gobernantes liberales y conservadores de los países de la unión, a mayor ridículo de los correligionarios españoles. Ridículo del que puede dar fe y razón don Esteban González Pons, que salió huyendo y ahora aspira a escaño por Alicante y a cartera ministerial. Pero como las desgracias no vienen solas, llegó la invasión de Ucrania por las tropas rusas (mercenarios fascistas incluidos) y con las sanciones económicas de la UE al “putinato” estalló la carestía del gas y el petróleo en todo su esplendor. Una vez más el presidente Sánchez evitó mayores males a la economía española, sobre todo a los trabajadores, autónomos y pensionistas. Y aunque los precios subieron en globo, las medidas adoptadas no sólo fueron correctas sino que permitieron el crecimiento y la creación de empleo (fijo) muy por encima de nuestros socios de la UE.

Pero como antes decía, se puede ganar la guerra y perder las elecciones. La sorpresa del triunfo de las derechas (PP y Vox) en los comicios locales y autonómicos del 28 de mayo pasado fue formidable para los socialistas, aunque de antemano sabían que la desintegración de Podemos no les ayudaría. Los 7 millones de votos del PP en las elecciones locales más 1,6 millones de papeletas de la extrema derecha superan en 2,4 a los 6,3 millones que obtuvo el PSOE. Con esos resultados de una campaña basada en la “resurrección de ETA”, el separatismo catalán y vasco y en la porción de bulos, insultos y falacias habituales iremos a votar el domingo para decidir quien gobernará este país los próximos cuatro años. El azul y gris que tanto perturba a Murfila o el honrado posibilismo del rosa y el morado. Nosotros decidimos.

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