En el fondo, un corredor

22/07/2023

Miguel Ángel Valero. La maratón y el seguro coinciden en que requieren una mentalidad de carrera de fondo, de perspectiva y visión de largo plazo.

No es de extrañar la extraordinaria sintonía que Alfredo Arán tiene siempre con los corredores de seguros, incluso habiendo trabajado con un grupo, Mapfre, en el que todavía ese canal sigue siendo una asignatura pendiente (aunque cada vez más cerca del aprobado). La biografía realizada por José Luis Sierra (compañero de colaboraciones en INESE, y primero agente y luego precisamente corredor de seguros) para MDS Publications, ‘Alfredo Arán. Sonrisa eterna’ (87 páginas, más otras 64 de la versión en inglés) ayuda a entender los motivos.

«A los clientes hay que vivirlos, pero no el día de la renovación o el día de los siniestros. Hay que vivir con ellos su mundo. Hay que conocerlos. Tú no puedes asegurar a un cliente si no conoces qué hace, cómo lo hace, qué planes de futuro tiene, hacia dónde va a evolucionar. Es imprescindible», afirma el biografiado en la página 47.

Pero es más que probable que la clave del éxito de Alfredo Arán entre los corredores de seguros se deba, aparte de su buen hacer profesional y de su bonhomía mostrada en esa sonrisa eterna, a su afición al running y a los maratones.

Porque, en el fondo, Alfredo Arán es un ‘runner’, un maratoniano, una actividad que guarda una estrechísima relación con el seguro bien diseñado y ejecutado: ambas actividades requieren una mentalidad de carrera de fondo, de perspectiva y visión de largo plazo.

También es un corredor de la vida, que supera todas las adversidades, que han sido y son muchas. Y un hombre récord: fue el primer niño que nació en el edificio de la Travesía de Conde Duque, a espaldas de la Plaza de España, allá por 1960. También fue de los primeros en dedicarse al windsurfing en España, hasta el punto de crear, con dos amigos, una exitosa escuela en el pantano de San Juan.

Sus sueños de abrir una escuela de windsurf en Tenerife en 1977 chocó con la dura realidad de una rotunda negativa de su padre, que ya era director general económico-financiero de La Unión y El Fénix (la aseguradora ligada a Banesto y que era entonces la mayor de España, ahora ya desaparecida dentro del grupo AXA).

Afortunadamente para el seguro, Alfredo Arán empieza a trabajar, sin nómina (solo el transporte) en Aseguradores de la Plana, una agencia de seguros denominada libre, aunque estaba vinculada a La Unión y El Fénix) y que integraba a agentes sin título (en 1978 España carecía de una legislación específica de seguros y, menos aún, de su distribución).

La buena gestión de una cartera de seguros de Hogar en manos de viudas de la Guerra Civil hace que dos años después entre en La Unión y El Fénix como inspector de primera. En 1983, ya como inspector especial, entra en contacto con corredores de seguros y, sobre todo, con los bróker internacionales. En 1984 acude a la primera conferencia de la Asociación de Gerencia de Riesgos y Seguros (Agers). Desde entonces acude fielmente a esa cita.

En 1985 se produce su primer gran siniestro, el incendio de una empresa de reciclaje de papel, Defesa.

Vuelven los récords: Alfredo Arán se incorpora en 1989 al primer departamento de Grandes Clientes que crea una aseguradora española. Ya es jefe superior en La Unión y El Fénix, la persona más joven que alcanza ese puesto en la compañía.

En 1992 se produce el primer contacto con Mapfre, abortado por el fichaje de su padre por esa aseguradora, en plena crisis de Banesto, que salpicó de lleno a La Unión y El Fénix (ambos, banco y aseguradora, fueron intervenidos a finales de 1993). Entonces, como ahora, en Mapfre no se permitía que padres e hijos trabajen a la vez en el grupo.

En 1993 la vida le da el primer golpe: la muerte de su mujer, Ana, tras cinco años de feliz matrimonio.

En 1994 AGF se queda con La Unión y El Fénix, y Alfredo Arán se incorpora a la aseguradora pública Musini.

Un año después su padre se jubila, lo que facilita que Alfredo Arán entre en Mapfre en el año 2000 como director de Grandes Riesgos y Corredores, director comercial de Mapfre Industrial, y miembro del Comité de Dirección del grupo. Cuando en una reunión comenta que «es necesario contar con corredores», otros dos directivos del grupo, discretamente, le avisan: «¿pero tú sabes dónde has venido a trabajar?».

Lo que son las cosas. En enero de 2004 Mapfre, por fin, hace realidad su ansiado objetivo de comprar Musini. Y se crea Mapfre Empresas, que en 2009 se transforma en Mapfre Global Risks, «la empresa a la que yo me siento más unido». Su impulso fue decisivo para la consolidación de las Jornadas Internacionales, la cita más importante de los bróker de seguros y de las empresas que se celebra en España.

En 2006, una becaria de Musini le pide que fuera su padrino de bodas. Misión que acepta con orgullo, y hazaña de la que todavía presume.

La vida le vuelve a poner a prueba. En 2003 se le detecta un cáncer, que se resuelve cuatro años después con un trasplante de médula.

En 2007 es nombrado director general de Negocios Globales y Corredores de Mapfre España. Y un año después vive el siniestro del Spanair en el Aeropuerto de Barajas de 2008.

A partir de 2010 se suceden los problemas de salud: una aplasia medular. un infarto, una embolia pulmonar, la Covid. Que no impiden que siga participando en todas los maratones que puede (lleva 46, y ha corrido la de Nueva York en diez ocasiones)

El 30 de junio de 2021 deja sus funciones ejecutivas en Mapfre España, quedándose como consejero.

Y en enero de 2023 sorprende su incorporación como consejero y Senior Advisor al grupo Howden, seducido por su CEO, José Manuel González.

Con 62 años ahora le toca disfrutar de la vida con su segunda mujer, Susannah (a la que conoce en 1996, como asistente de Aviación en Sedgwick, en plena pelea por hacerse con los seguros de Air Comet) y sus hijos, Carolina, Lucas y Natalia.

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