Jacques es un hombre de mediana edad que regenta una tienda de vinos, siempre al borde del cierre. Tiene enmarcado un poema de Baudelaire sobe el placer de emborracharse. Bebe bastante, para saber la calidad de los caldos que vende, pero una dolencia cardiaca le obliga a dejar el alcohol.

Hortense es una mujer, de mediana edad también, ginecóloga que tiende a encariñarse demasiado con los bebés a los que ayuda a nacer, y que ante todo desea ser madre, además de soñar con el amor. No sabe nada de vinos pero acaba pagando 55 euros por una botella, recomendada por Jacques, y que regala al grupo de indigentes con el que cena una vez por semana.

Juntos encuentran la química en torno al vino, el ‘sujetavelas’ de la relación entre los dos protagonistas, que se fragua en una cata.

Es la historia que narra ‘Cata de vinos’, cuyo director y responsable del guión es Ivan Calbénec, y que se apoya sobre todo en la química que generan tanto Isabelle Carré como Bernard Campan, sin menospreciar a los secundarios, que lo bordan.

Bernard Campan hace de hombre huraño, serio cuando está el vino de por medio, obsesionado por un suceso que marcó su vida. Isabelle Carré es el contrapunto o, más bien, el complemento: una comadrona que carga también con el peso de su obsesión, entre otros, pero que es honesta y solidaria, abierta tanto a la cata del vino como al disfrute del amor y de la pasión.

Las técnicas para acreditar y valorar un buen vino, ese juego de saborear y escupir que es clave en una cata, iluminan la película, adornada por la música y por una buena fotografía de la campiña francesa.

Una comedia francesa en torno al vino, con algunos momentos de gracia, unas gotas justitas de drama, una historia muy bien contada, y también está muy bien tratada la cuestión del afán de la mujer por ser madre.

‘Cata de vinos’ demuestra también el buen ojo de A Contracorriente Films con la comedia francesa.