Una mañana cualquiera, Harold Fry sale de casa para echar una carta al buzón. Recién jubilado, responde a la misiva de una vieja amiga y compañera de trabajo quien, tras un silencio de casi veinte años, acaba de comunicarle que está ingresada en un hospital a punto de morir. Cuando Harold se dispone a enviar la carta, un impulso repentino lo conmina a llevar él mismo el mensaje a su destinataria en un viaje improvisado a pie de un extremo a otro del país.
Es el argumento de ‘El viaje de Harold’, que llega a las salas españolas de la mano de A Contracorriente Films. Se trata de una adaptación de la novela de Rachel Joyce «El insólito peregrinaje de Harold Fry», que ha vendido más de 5 millones de ejemplares en todo el mundo y ha sido traducido a más de 36 idiomas (en castellano lo edita Salamandra). Es también la responsable del guión.
‘El viaje de Harold’ invita a la reflexión sobre la eficacia de la fe y sobre el poder del compromiso personal, especialmente cuando Harold va explicando durante su viaje a los escépticos y estupefactos peatones que lo hace porque «he hecho una promesa».
En este sentido, lleva a pensar que “quizá seamos todos peregrinos en el camino que conduce a la verdad”, como afirma Carl Sagan en su novela “Contacto” (llevada al cine con una magnífica interpretación de Jodie Foster).
Y a descubrir, con Ramón Lobo en «Todos náufragos», que «las pequeñas cosas son la verdadera riqueza del camino: una sonrisa, un silencio, un abrazo, unas ostras, una puesta de sol, una travesía entre mitos, una mirada cómplice».
La película, dirigida por Hettie Macdonald, artífice del considerado por muchos el mejor capítulo de la serie «Doctor Who», «Blink», se apoya sobre todo en el sobresaliente trabajo de su protagonista, Jim Broadbent, que hace creíble una historia más bien excéntrica e inverosímil de un jubilado que cruza toda Inglaterra para encontrarse con una amiga en situación terminal, y en un enfoque austero del viaje (los 108 minutos del metraje se hacen cortos).
También es muy creíble la visión, sorprendentemente profunda, a menudo triste pero, siempre esperanzadora, sobre la apatía, la fe y el sacrificio personal.
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