«La tarde que florecieron las orquídeas» de Kate Austen (Semana, 262 páginas) recuerda a la que, para mí, es hasta ahora la mejor novela de Carmela Díaz, «Tú llevas su nombre» (La Esfera de los Libros, 437 páginas, 2020). Por el argumento (el actor Aleksander Bennet busca recuperar una vieja reliquia familiar desaparecida durante la Segunda Guerra Mundial), la estructura (dos historias entrelazadas, la actual y la que sucede antes y después del conflicto bélico), los escenarios (en este caso, Ceilán), y los sorprendentes giros argumentales.

También por el estilo, porque de nuevo Carmela Díaz/Kate Austen eleva el listón de la calidad literaria de la novela romántica, que casi siempre es visto como un subgénero de segunda.

Entre citas de películas (Shakespeare in love, Hutch, El diario de Noah, La princesa prometida, La playa, Lo que el viento se llevó, Sentido y sensibilidad, Los puentes de Madison, El Señor de los Anillos, Drácula de Bram Stoker) y de Arthur Conan Doyle, la novela incluye reflexiones sobre el cine y sobre la necesidad de liderazgo: «El cineasta, entre muchas cosas, debe liderar el equipo. No únicamente es el encargado de dirigir el trabajo, sino que tiene que ser capaz de orquestar las relaciones entre todo el mundo».

También sobre la vida: «Qué complicado resulta manejar tus sentimientos cuando la única certeza con la que cuentas es la incertidumbre».

«Las cosas que realmente merecen la pena suelen suceder cuando menos te lo esperas. O cuando has dejado de buscar», apunta.

Porque «en muchas ocasiones lo que se improvisa es lo que más se recuerda». Y que el recuerdo siempre es más fuerte que el olvido.

Y se descubre que «amar a alguien es también saber dejarlo marchar y respetar su libertad, sus decisiones. Y desear su felicidad de corazón, sea cual sea el camino que elija. Aunque esa elección implique alejarse de ti».

Como es habitual en las series de novelas elaboradas para Semana, en «La tarde que florecieron las orquídeas» hay referencias cruzadas de «La noche que contamos estrellas» y de algunos de sus protagonistas. Pero siguen siendo novelas autoconclusivas que se pueden leer de manera independiente, con finales cerrados, pero con personajes comunes y tramas entrelazadas, para que los lectores a quienes le guste una de ellas se animen a leer el resto.