Telefónica y una solución liberal

15/09/2023

Hernando F. Calleja.

El Gobierno de Felipe González dio los primeros pasos para la privatización
de Endesa que culminó cuando gobernaba José María Aznar. Poco tiempo
después, en 2009, la empresa pasó a manos de una empresa Italiana, Enel,
con capital y gestión pública. Un viaje de ida y vuelta a lo público.

Hago esta mención a los solos efectos de poner en antecedentes a lectores
jóvenes (y a viejos olvidadizos), porque voy a escribir mis opiniones sobre la
situación sobrevenida con Telefónica. Hace una semana, al filo del cierre de
mi artículo, se produjo la noticia y publiqué una posdata en la que me refería,
a bote pronto, a la entrada de una empresa pública saudí en el capital de
Telefónica, repitiendo en parte el episodio de Endesa.

Situaciones como la que vive en estos momentos la operadora española,
nos ponen en un brete a los liberales. Hablamos de libre comercio, de
librecambismo, de multilateralismo, de globalización y, sin embargo en cuanto
se nos presenta un caso como éste, podemos dar la sensación de que
flaqueamos en nuestras convicciones, de que se nos mueve el terreno
ideológico bajo nuestros pies. Y es que la libertad no siempre se hace
evidente, no es un letrero luminoso en el desierto. A veces la libertad (no solo
en materia económica) ofrece visajes no siempre fáciles de interpretar.

A primera vista, la actividad del intermediario, Morgan Stanley, es
perfectamente legítima y nada debe ría obstaculizar que el comprador final, la
empresa saudí STC, pudiera hacer valer el dinero invertido. Es decir, con los
datos conocidos no hay sombra de ilegalidad.

¿Qué me parecen las circunstancias que rodean al comprador? Mi primera
objeción es que se trata de una empresa propiedad en su inmensa mayoría
del Estado saudí. Repetir el fiasco de la privatización de Endesa me
parecería un error, como me lo pareció en su día cuando el Estado italiano se
quedó con ella. Y eso que era dentro del espacio de la Unión Europea.

El Estado saudí tiene ramificaciones económicos-financieras en
prácticamente todo el mundo, pero hoy ha dado giros a su política exterior
(guiados en casos evidentes por la mano de China, como es el caso de la
restauración de relaciones con Irán) que acaban de culminar con su entrada
en los países BRICS. El absolutismo de la monarquía saudí se maneja bien
con los regímenes autoritarios de China y Rusia, que impulsan el movimiento
de los brics. Tampoco podemos dejar de lado el trance sucesorio a medio o
corto plazo en el que se encuentra la monarquía saudí y los posibles nuevos
designios de su sucesor.

Creo que son razones político-estratégicas suficientes para tratar de evitar
que el Estado saudí acabe materializando su presencia tan significativa en Telefónica.

Pero hay más. La telecomunicaciones y la digitalización son,
indudablemente, sectores que requieren una relación transparente con el
poder político. Su poder de conocimiento, su acervo de datos personales, su
condición de suministradores de materiales implicados en la defensa, no
deben tener fugas hacia países fuera de la Unión Europea.

La solución más evidente sería la segregación de las áreas sensibles de
Telefónica, para así facilitar las cosas a los inversores extranjeros. Pero esos
inversores, probablemente, no comprarían una empresa que no cuente con
“la cartera única [de Telefónica] en infraestructuras y plataformas
tecnológicas de última generación” como reconocen de manera oficial los
saudíes.

¿Tiene algún sentido segregar partes vitales de Telefónica para facilitar la
entrada de capital extraeuropeo? ¿Sería esa parte estratégica segregada
pasto del magreo gubernamental que se ha traído el Ejecutivo con Indra, por
ejemplo?

En manos del Gobierno, a pesar nuestro, queda convencer a STC y al Estado
saudí de que no es nada personal, de que podemos seguir comprándoles y
vendiéndoles con normalidad, como se viene haciendo y de que se fijen en
otras empresas y sectores rentables para invertir con toda libertad y sin
limitaciones.

Hace unos días, un colega hablaba de la doctrina liberal. Yo le contesté por
vía personal que si es doctrina, no es liberal. Cada uno puede tener una idea
de lo que hacer en estas circunstancias. Ésta es la mía.

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