Primero la anécdota y después la categoría. Suben en ascensor un diputado galego y otros colegas. Alguno ventosea por lo bajini, el olor se extiende por el reducido cubículo. El elevador se para, se abren las puertas automáticas, entra un vasco, saluda en euskera: “Egun on” (buenos días). Y el galego responde: “Eu tampouco”. Risas. La anécdota corrobora la pluralidad lingüística del Reino de España y demuestra que cada cual habla en su lengua (oficial) en el Congreso cuando le viene en gana. La categoría es la reforma del Reglamento que por fin permitirá hablar desde la tribuna del hemiciclo en castellano, catalán, galego y euskera, como venían reclamando ERC desde hace tres décadas. Ya era hora.

Quienes se llevan las manos a la cabeza o ponen el grito en la atmósfera saben de antemano que su actuación teatral carece de importancia, pues la lengua de Cervantes, la tercera del planeta, ni está ni puede estar amenazada por ninguna, absolutamente ninguna de las reconocidas oficialmente en el Estado español. En una ocasión invitaron al cronista a un almuerzo para la presentación de un libro de la periodista Irene Lozano, que luego fue diputada del partido de Rosa Díez (Unión, Progreso y Democracia) y se pasó al PSOE, protegida por Pedro Sánchez. El escrito de Lozano había ganado el premio Espasa de ensayo y trataba de demostrar que las lenguas cooficiales perjudicaban al castellano. El cronista no lo creía así ni aceptó el almuerzo. Lo que dañó al español (si algo puede dañarlo) fue la imposición de la dictadura por la prohibición de las lenguas propias de las distintas nacionalidades, no la “normalización linguística”. Ahora, si además de hacer normal en el Parlamento (y en las demás instituciones, cuando se apruebe la ley al respecto) lo que es normal en la calle, la novedad nos aporta conocimiento y crea empleos de traductores, miel sobre hojuelas.

Aparte la medida señalada y la constitución de los grupos parlamentarios en los primeros días de septiembre, sus flamantes señorías acudirán a la sesión de investidura del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo como candidato a la presidencia del Gobierno sin más variación que el apoyo de la diputada de Coalición Canaria y del diputado de Unión del Pueblo Navarro, socio histórico del PP. La suma de todos ellos (PP 137, Vox 33, 2 mixtos) sigue estando a cuatro escaños de la mayoría absoluta. Y si nadie se abstiene en la segunda vuelta (investidura por mayoría simple), habrá que esperar el encargo del Jefe del Estado al líder del PSOE y presidente en funciones, Pedro Sánchez, para que se someta al mandato del Congreso. Después de sus experiencias como dirigente del partido con mayor bagaje histórico de la democracia española y como gobernante ante crisis tan peliagudas como las pasadas y presentes, Sánchez sabe que la política no es una ciencia exacta. Pero ya veremos.