Es nuestro deber mantener la confianza en institutos y gabinetes de estudio
que hacen proyecciones económicas, porque la economía vive de
expectativas. Que luego, un gobierno, por ejemplo el que ahora está en
funciones, enmiende no ya las previsiones, sino las mediciones de sus
propios organismos, como ha ocurrido hace unos días con el INE, es algo
que podemos lamentar y denunciar, pero hasta ahí llegamos.
Por eso, este escribano se acoge a la neutralidad del Banco de España (BE)
para constatar que la economía española pierde fuelle y se encuentra ya en
una fase que paulatinamente se aleja de su crecimiento potencial. En las
previsiones contenidas en su último informe trimestral, el BE señala que en el
tercer trimestre nuestro país crecerá el 0,3 por ciento, frente al 0,4 por ciento
del periodo anterior. A pesar de la pujanza del turismo y otros servicios, la
debilidad de la actividad fabril y el debilitamiento de la facturación de las
empresas pesan a la hora de calcular esa reducción, según la entidad.
La institución financiera considera que en el periodo 2023-2025, la economía
estará muy alejada de las cifras de crecimiento de 2022, rectificadas al alza
por la magia del INE. El BE estima que el PIB crecerá el 2,3 por ciento en el
conjunto de este año; el 1,8 por ciento en 2024 y el 2 por ciento en 2025.
Esta ralentización la fundamenta en la subida de los tipos de interés, la
resistencia de la inflación y la aplicación de las medidas de control
presupuestario que restablecerá la Unión Monetaria, que tendrán un impacto
superior al que pueda esperarse de la inyección de fondos europeos y de la
capacidad de inversión de las empresas, abocadas a utilizar recursos propios
para financiarse, si los tiene.
Pende una amenaza de estanflación, ya que la radical política de tipos de
interés del BCE, va a tardar en alumbrar resultados consistentes. Algunos se
acogen al sagrado de la mejora del empleo para rebatir este pesimismo, pero
es difícil de sostener que con un incremento en el segundo trimestre de este
año de los costes laborales unitarios del 5,6 por ciento (o de las
remuneraciones por asalariado del 4,5 por ciento) se pueda mantener la
variable de empleo, incluso con los fuegos fatuos de la Reforma Laboral.
Estamos en una etapa decisiva en la peor situación política posible para
adoptar decisiones importantes. Un debate de investidura fallido con toda
probabilidad, un Gobierno en funciones y no muy cohesionado que se diga, y
la expectativa de un segundo debate de investidura que saldrá adelante a tan
alto precio político y económico que el país no está en condiciones de
afrontarlo. ¿Hay quien lo tenga más sombrío?
He recogido opiniones de algunos viejos amigos de la Unión Europea y casi todos están sorprendidos con España. Con lo que tenemos encima, consumir
nuestras menguadas fuerzas en una cruzada por la oficialidad de tres nuevas
lenguas les deja estupefactos. Tener bajo sospecha de incapacidad la
gestión de los medios financieros que nos proporciona Europa, y que todos
los esfuerzos se centren en dotar de una buena salida europea a la
vicepresidenta, les parece una fantasía. A mí, también.
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