En la Europa que conocemos y vivimos, la cultura imperante es la socialdemocracia. Cuando Hayek aludía entre resignado y socarrón en su libro Camino de servidumbre a los socialistas de todos los partidos, intuyó en los primeros años cuarenta del siglo pasado que el tiempo contribuiría a solidificar esta cultura, pese a que estaba persuadido de que no es suficiente para resolver buena parte de las cuestiones sociales.
Esta semana en el Congreso de los Diputados hemos oído un completo manual socialdemócrata, diríamos que levemente retocado, de boca del candidato a presidente del gobierno Alberto Núñez Feijóo. En su manual está prácticamente toda la doctrina y todos los valores que comúnmente defienden los socialdemócratas europeos. El candidato desgranó planes y propuestas que bien pudiera plantear su oponente en su próximo discurso de investidura si no estuviera hipotecado por una situación de minoría parlamentaria aún menor que la del fallido misacantano y si no fuera mucho peor para un político perder el poder que la integridad.
No creo que haya muchos socialdemócratas opuestos a las líneas generales del discurso del presidente del Partido Popular. Pensiones, Mínimo Vital, ayudas selectivas para paliar los estragos de la inflación, mantenimiento de los gravámenes temporales a bancos y eléctricas, reforzamiento del Sistema Nacional de Salud, política de vivienda… música y la letra socialdemócrata.
Sin embargo, no quiero dar la impresión de que hoy todo es intercambiable entre los máximos dirigentes de los dos principales partidos políticos de España. El actual PSOE ha renunciado a algunas de sus esencias en orden a la gobernanza y a casi todos sus valores en orden a mantener el poder. Por eso el discurso del señor Núñez Feijóo suena tan diferente al del señor Sánchez y por eso los discursos del señor Sánchez (o del diputado cromañón que le cubrió las espaldas) suenan tan parecidos a los de los ultraconservadores independentistas.
El juego de las diferencias nos va a tener entretenidos todavía varias semanas. Las propuestas económicas son muy similares, como decía más arriba. Sin embargo, queda mucho espacio para establecer las posiciones entre ambos partidos mayoritarios. Las más evidentes se refieren al modelo de Estado. El señor Núñez Feijóo ha avanzado claramente que su referencia absoluta es la Constitución del 78, para lo permanente y para lo reformable. Con esa posición de firmeza tranquiliza a muchos españoles y a muchos europeos. Tendrá que trabajar, y mucho, hacia adentro de su partido y en todo el ámbito de la derecha, para desterrar ramalazos antidemocráticos y fundamentalistas en alguna militancia y en algunos socios que empañan de duda su propuesta
No está claro que el modelo de Estado que nos platee el señor Sánchez tienda a esa misma referencia absoluta a la Constitución. Si lo fuera, no estaría enzarzado en varios frentes de negociación con partidos cuyo único escapulario es la fractura constitucional. El señor Sánchez ofrece a los suyos la imagen de un mesías (iluso) que atraerá a los independentismos al seno de una bucólica patria común de coros y danzas. Superado el filtro de las siglas históricas de su partido, es capaz de ofrecer cualquier prenda, cualquier precio, que garantice su permanencia en el poder, sin ofrecer siquiera un boceto de lo que quiere hacer con él.
No es muy tranquilizador.
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