Sin más novedad que una errática señoría de Junts per Catalunya –el periodista Eduard Pujol, que dijo sí a Feijóo cuando quería decir no–, el candidato del PP a la presidencia del Gobierno no logró la confianza de la mayoría de la cámara en la segunda votación, celebrada el viernes al mediodía. Obtuvo 172 votos favorables frente a 177 en contra y el nulo de Pujol. Y sobre todo obtuvo tantos aplausos de las señorías “populares” que cualquiera diría que había alcanzado la investidura. Pues no. La ensalada de falacias, contradicciones y preguntas especulativas resultó inútil para conseguir el objetivo de llegar a La Moncloa.

La falacia de Feijóo de que podría ser presidente si aceptara el precio impuesto por Junts, es decir, la amnistía y el referendo de autodeterminación de Cataluña, quedó en evidencia con solo oír a su socio de la extrema derecha. ¿De verdad creía que Abascal iba a votarle si cedía a las demandas de Puigdemont? Y lo mismo en el caso del PNV. “Nosotros tenemos fundamentos –le espetó Aitor Esteban–; uno: no hacer política con la ultraderecha”. Es decir, todo lo contrario de lo que ha hecho el PP desde hace más de cuatro años, comenzando por Andalucía, como recordó Oskar Matute, de EH-Bildu. “Son uña y carne, el orden de los factores no altera el fascismo”, recalcó.

Por ERC Teresa Jordà y por Junts Míriam Nogueras dejaron clara la misma percepción anticatalanista de Feijóo y su partido, el mismo que envió “los piolines” a Barcelona, dijo Nogueras. A petición de la portavoz conservadora Concepción Gamarra, la palabra “piolines” no figurará en el diario de sesiones por entender que se refería a los policías nacionales. Y por decisión de la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, tampoco figurarán los epítetos de corruptos y ladrones que Nogueras lanzó contra el entonces presidente del Gobierno.

Por si no hubiera quedado claro que la supuesta amnistía era el señuelo más luminoso de Feijóo para desviar la atención del fracaso en la investidura, los nacionalistas catalanes le hicieron saber que su partido, con Vox o sin Vox, siempre se ha opuesto al avance del autogobierno y de la cultura catalana. Nogueras le lanzó (a Feijóo) los 410 folios del recurso contra el Estatut y las operaciones policiales y de espionaje de los gobiernos de Rajoy contra el independentismo catalán. Y aseguró que el 70% de la población catalana quiere el referendum sobre su futuro.

Más allá de la alianza de los conservadores con la ultraderecha, tampoco al PNV ni a Bildu le faltaron argumentos para fundar su rechazo a Feijóo. Bravo tildó su discurso de “arrogante y desafiante”. No le gustó ni encontró sustancia distinta a la repetición de rancias recetas. Y además le dijo que no, “no es de fiar”. Matute le indicó que no hacía falta que rechazaran sus votos, es que no iban a votar a quien solo pretende derogar las medidas progresistas de los últimos años.