Pobre Leonor

01/11/2023

Josep M. Orta.

La princesa Leonor ha llegado a la mayoría de edad. Tuve la sensación que las emociones en el solemne acto del pasado lunes brillaron por su ausencia. Quizás ya sabe que una princesa no debe emocionarse. Bajo la atenta mirada de su madre parecía más preocupada en no meter la pata que en la trascendencia del acto.

Siempre he pensado que tanto ella como su hermana no han disfrutado de la infancia y de la adolescencia como sí que hizo su madre antes de casase con el rey Felipe. Su vida ha estado rodeada de normas, protocolos y una estrecha vigilancia. La complicada familia real no ha facilitado tampoco las cosas, apenas si ha podido jugar con sus primos y en los selectos colegios que ha ido ya se han preocupado sus preceptores de que no se mezclarra con alguien inconveniente.

Ni cuando eran niñas ni cuando fueron más mayores siempre han estado prisioneras de un estricto protocolo y vigiladas por no menos rigurosas carabinas. Todos sus actos, tanto públicos como privados, han estado milimétricamente escrutados. Nunca han podido hacer lo que querían si no lo que era políticamente correcto. Ni pueden salir solas ni siquiera pueden estudiar la carrera que les apetezca si no la que marcan el devenir de sus vidas, empezando por una larga mili de tres años. De sus dieciocho años no se les conoce ninguna trastada ni ninguna noche de desmadre. Por no saberse ni tan solo se sabe cuales son sus gustos, sus aficiones, sus sueños.

Sus amistades están rigurosamente controladas e incluso su futuro pasa por un matrimonio que ha de ser del gusto de las instituciones y cuyo objetivo primordial es tener descendencia que perpetúe la institución.

Eso sí, su agenda estará llena de unos actos protocolarios que seguramente no le van ni le vienen, de leer unos discursos que se los darán hechos para que diga lo que tenga que decir y no pueda decir lo que piensa. De su trato con el pueblo le bastará saludar y sonreír en la distancia. Su hermana Sofía seguramente no tendrá un futuro tan sombrío.

Es evidente que han vivido en un mundo irreal y desde este mundo Leonor pide a los españoles “que confíen en mi”. Del mudo real ni han tenido contacto ni se lo han dejado tener Sus vidas no me parecen que sean del color de rosa que transmite la prensa rosa

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