La vida política española no se normalizará hasta que el Partido Popular no acepte su derrota con las actuales normas del juego. No tiene la potestad de firmar artículos en el Boletín Oficial del Estado y lo que le queda es el derecho al pataleo.

La rabieta le puede durar más o menos y sí que está en mano dimitir de sus funciones y llevar la vida política a los tribunales y si se aferran tanto a esta estrategia queda meridianamente claro que tiene fe ciega que los magistrados que promocionaron a los altos cargos les devuelvan el favor, por ello se resisten tanto a renovarlos aunque pretendan argumentarlo con una supuesta separación de poderes. Una separación, por cierto, que ha propiciado que sean los jueces quienes irrumpan en la vida política de una manera descarada.

Los argumentos que Núñez Feijoo para justificar el eterno estado de crispación son muy débiles y el perjudicado – además de los españoles – no es otro que su propio partido que ve como VOX le arrastra a un radicalismo que no es propio de su formación y que, según cómo, puede desembocar en la violencia.

Además VOX va imponiendo su ideología en las comunidades que gobierna con los populares que de alguna manera son prisioneros de este partido fascistoide.

El gran problema de los populares es que prefieren ser prisioneros de VOX que invertir en su futuro, romper con la formación de Abascal, aceptar cuatro años de oposición y reformular sus planteamientos para estar en disposición de ofrecer una alternativa seria de gobierno y dejar de imitar a los Trump, Orban, Milei, Meloni, Johnson, Trust…. con los resultados bastante conocidos por los demócratas.

Los populares, cuando eran un partido de centro derecha, tenían posibilidades de lograr acuerdos con otras formaciones, especialmente los nacionalistas. En el mapa electoral español difícilmente se repetirán mayorías absolutas por lo que necesitan un cambio radical en sus planteamientos para romper su aislamiento y entrar en el juego político, lo que no pueden hacer es plantear cualquier elección como unas primarias (ahora de las europeas, después de las catalanas y vascas) para ver si suena la flauta.

Es de esperar que cuando superen la pataleta de haber perdido unas elecciones que creían ganadas haya una cierta sensatez en el partido y las aguas vuelvan a su cauce.