Mueran los políticos, vivan los contables

22/12/2011

diarioabierto.es.

Además de dejar muchas neveras vacías la crisis ha hecho lo propio con los idearios políticos de quienes creían tenerlo hasta que tuvieron que elegir entre los números y los ciudadanos. Entonces apostaron por maquillar los primeros aun a costa de hundir a la mayoría de los segundos. Hoy pues se lleva como gobernante el tecnócrata o simplemente el contable con trienios que agarre el timón de los países con una mano mientras con la otra echa la cuenta en la libreta del ahorro que supone agotar el combustible del barco aunque cueste un naufragio. Atrás queda esa acepción de la política entendida como mecanismo para el cambio social en beneficio de su utilidad como instrumento para cuadrar las cuentas. No se trata de negar la urgencia ni la necesidad de cumplir con los requisitos impuestos desde Europa, pero, igualmente, parece un momento más que oportuno para recordar que cuando se decreta desde el BOE se decide sobre la vida de las personas y no sólo sobre los balances económicos del país donde muchos malviven.

El Consejo de Ministros no es, o no debería ser, el consejo de administración de una gigantesca empresa con cada vez menos empleados. Viene al caso porque, aunque nada sorprendente no es menos reprochable, la veleta del ajuste apunta en una dirección no ya indeseada sino mezquina e intolerable. No es casual que en un intervalo mínimo de tiempo la alerta sea máxima para colectivos tan vulnerables que apenas tienen fuerza para levantar la voz. Parados sin prestación a quienes se les priva de atención sanitaria, enfermos de SIDA canarios a quienes se les dan pagas de 89 euros o se les embarga por no poder pagar su tratamiento, casas de acogida para mujeres maltratadas que se cierran en Castilla La Mancha o narcosalas que dejan de prestar en Madrid su valioso servicio ¿Qué les importa a ellos un nuevo gobierno? Más o menos lo mismo que importan ellos a quienes mandan urgidos por los mandatos de fuera aun a costa de abandonar el combate contra los problemas de dentro.

En su libro ‘Perspectivas de guerra civil’, Enzensberger ya advertía, y hace casi veinte años de su publicación, de que el sistema había llegado a un extremo tal de desigualdad que llegaba a la conclusión de que había personas a las que ya ni merecía la pena explotar. Más en estos tiempos en los que a quienes todavía tenemos papeletas para sobrevivir se nos presenta la salvación en la bandeja de un sacrificio siempre unidireccional. Los desempleados lo pagarán con el previsible recorte de subsidios, los asalariados que lo sean con la rebaja o congelación de sus sueldos y quienes tengan la ‘suerte’ de acceder al mercado laboral lo harán con una nómina de saldo y en condiciones precarias. Un escenario tan desolador que apenas inmuta que el nuevo ministro de Economía pueda lucir en su currículo haber sido alto ejecutivo de uno de los principales culpables de esta maldita crisis a la que ahora pretende poner remedio.

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