La isla de todos los naufragios, tan amada, fotografía en sepia de sueños derrotados, la isla barbuda, el gran caimán del Caribe. Y La Habana, pura ruina de indecible belleza. La Habana es el territorio de sombras que transita Mario Conde, un detective con la camisa sudada que viaja en guagua y bebe ron barato y lee a Hemingway y ama a tumba abierta, como todos los grandes perdedores heroicos, de Philip Marlowe para acá. Triste, solitario y final. En una Cuba que se desmorona desde hace mucho tiempo, Mario Conde contempla el océano desde el Malecón y brinda por los amigos que se marcharon, una luz perdida a pocas millas. Él es de los que se quedan. Mario Conde permanece a pie firme en la isla, al igual que permanece a pie firme su creador, Leonardo Padura.
Leonardo Padura, en su serie de novelas policíacas, dibuja una Habana negra donde la corrupción, la desesperanza y el crimen son común moneda de cambio. El estilete que Hammet, Chandler o Ross McDonald aplicaron a las vísceras del capitalismo sirve igual para mostrarnos la putrefacción escondida tras la fachada de un socialismo caribeño que no pudo ser.
No nos hallamos, en todo caso, ante literatura de propaganda o de mera denuncia ideológica. Las novelas de Padura son serie negra en estado puro. Con mujeres fatales, romances imposibles, sangre, licor y humo. Humo de habanos, por supuesto.
Tusquets está reeditando todos los títulos de Padura que tienen a Mario Conde como protagonista. Y añade a la lista La cola de la serpiente, penúltima intriga habanera. Una delicia para los amantes del policíaco. Una delicia La cola de la serpiente igual que lo fueron (que lo son) Vientos de cuaresma, Adiós, Hemingway o Pasado perfecto. Cualquiera de ellas satisfará al lector ávido de crímenes por resolver y chachachá .
Y, además, por el mismo precio, conocerán una Habana ignorada. La del viejo barrio chino (hoy prácticamente desaparecido), la de los acomodados burócratas del Partido que habitan viejas mansiones burguesas incautadas, la de los supervivientes, la de las esquinas quebradas, la del mar que nunca cesa.
En su momento, escribí acerca de El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura y manejé un tono hostil del cual me he arrepentido muchas veces. Conocí a Mario Conde, el detective de La Habana, a través de una maltratada edición isleña de una de sus aventuras primeras, hace tantas glaciaciones, de camino por las encrucijadas de Cuba, de Santiago a Cayo Coco, Baconao, Santa Virgen de Regla, mediodía del Morro, la erosión del salitre y del sudor de muchas manos en aquel libro adquirido en un puesto callejero. Me he rencontrado ahora con Mario Conde y estoy agradecido a Padura por el placer lector que me ha proporcionado. Y El hombre que amaba a los perros era una novela notable que, vaya uno a saber porqué, se le atravesó a este disipado reseñista. Hágase justicia. Aprovecho para recomendarla, disponible como está en edición de bolsillo.
Sea como sea, amigos, disfruten de La Habana negra de Padura. Háganme caso.
La cola de la serpiente. Leonardo Padura. Tusquets. 185 páginas.
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