El año de la crispación

03/01/2024

José María Triper.

Definía mi amigo José Luis Fernández, director del Gabinete de estudios de USO, y
definía acertadamente, el año recién finalizado como el año de los cambio de opinión y
que, como consecuencia de esos múltiples “cambios de opinión”, -así llaman ahora en el Gobierno a sus mentiras- podemos definir también como el año en que vivimos
peligrosamente. Tanto que el 2024 que se inicia apunta en el horizonte como el año de
la crispación política, institucional, económica y social.

Un año en el que se van a materializar las secuelas del mercadeo de votos a cambio de una amnistía inconstitucional, injusta y vergonzante, de la ruptura de la igualdad entre los españoles, de la exaltación del frentismo y la confrontación, y en el que asistimos al blanqueamiento de los herederos de ETA despreciando a las víctimas del terrorismo y deshonrando la sangre y la memoria de los más de 800 inocentes asesinados, entre ellos muchos socialistas.

Y un año en el que la polarización política amenaza con derivar en crispación por la
confluencia de tres convocatorias electorales: las autonómicas de Galicia -hoy son más
importantes que nunca-, del País Vasco y las europeas. Comicios que, ineludiblemente,
van a estar marcados por la amnistía, cuya tramitación parlamentaria va a ser más larga de lo que Sánchez espera y necesita, además de dilatada por las previsibles actuaciones judiciales y que ineludiblemente va a tener influencia decisiva en los resultados de las urnas, en los que todo apunta el PSOE va a ser el gran perdedor.

Sombra esta de la amnistía que amenaza con transformarse en absoluta tenebrosidad para los intereses del sanchismo gobernante si al debate político y social se añade la foto del presidente con el fugado Puigdemont, las cesiones económicas y tributarias a los nacionalistas catalanes y los prolegómenos de una consulta de autodeterminación,
además de nuevas cesiones de ayuntamientos a EH Bildu y las excarcelaciones de presos de etarras que se adivinan como clausulas ocultas del pacto de la investidura.

Una tormenta perfecta a la que se va añadir, inexorablemente, una desaceleración
económica, por no hablar de recesión encubierta, que se traducirá en un crecimiento del PIB de sólo el 1,6%, y eso aceptando las más optimistas previsiones, que es el peor dato conocido de los últimos diez años. Y recordar aquí que la economía española es incapaz de crear empleo con crecimientos inferiores al 2 por ciento, en unos momentos que España supera los 3,2 millones de parados y el mercado laboral se ha estancado, como demuestra la caída del 15,65% en la contratación acumulada durante el año 2023 que suponen 2.866.138 contratos menos que en el año precedente.

A ello se suma la ya anunciada recesión técnica en Alemania y la previsible en otros
grandes de Europa como Francia e Italia, nuestros principales mercados exteriores y que va a provocar una caída de las exportaciones y de la llegada de turistas, precisamente los dos factores que han sido claves para sostener la economía española en el último ejercicio. Y con el añadido de una caída del consumo derivada de un incremento de la inflación y de la subida de la presión fiscal que va a superar en casi cuatro puntos a la media de la UE.

La subida del IVA de la electricidad y del gas del 5 al 10%, la recuperación de los
impuestos especiales sobe la electricidad y sobre la distribución eléctrica, el gravamen
sobre el plástico, el incremento de los precios de los peajes en las autopistas, de los sellos, de las telecomunicaciones, las subidas de las cotizaciones sociales a empresas,
autónomos y trabajadores, son algunos de los lastres que van empobrecer aún más a las familias españolas perjudicando gravemente el poder adquisitivo, la inversión y la
creación de puestos de trabajo. Todo esto en un año en el que, además, la Comisión
Europea ha decidido el regreso a las reglas fiscales de déficit y endeudamiento mientras el Banco Central Europea (BCE) va a dejar ya de comprar deuda.

Así las cosas, son muchos los analistas y los politólogos que se plantean, desde estos
primeros días del año, si Pedro Sánchez será capaz de aguantar en La Moncloa, ante las presiones de sus socios enemigos de España y de las libertades, el descrédito y la
irrelevancia internacional, una economía en decadencia y una sociedad empobrecida.

Claro que para eso cuenta con su Manual de Resistencia y, sobre todo, con la inestimable colaboración de Vox, que se confirma con el principal aliado de Sánchez y el sanchismo y no sólo por que la ley electoral penaliza la división. Declaraciones como las de Abascal en Argentina, actos como el de Ortega Smith en el Ayuntamiento de Madrid o la mamarrachada del grupo de descerebrados que protagonizaron la estupidez del monigote de Sánchez en Ferraz, permiten poner en marcha la hipocresía y doble moral del actual PSOE y alentar el fantasma de la ultraderecha. Si de verdad Vox, sus dirigentes, votantes y simpatizantes tanto aman y trabajan por España, lo mejor que pueden hacer es disolverse.

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