Cuando un equipo de fútbol tiene un mal día y sufre una derrota inesperada la reacción de manual del entrenador es constata que el tiempo pasa muy deprisa, quedan pocos días para el próximo partido y será una buena oportunidad para olvidar el revés.

Este símil parece adecuado para trasladarlo a la vida política española donde se transmite la sensación de que cualquier elección no es otra cosa que un preámbulo de los próximos comicios. Es evidente que tras unas elecciones se forman gobiernos y estos actúan y afectan a la vida de los ciudadanos, pero su actuación de cara a la opinión pública en muchos casos queda eclipsada por “la gran política”, sobre todo por parte de aquellos que no obtuvieron los resultados que se esperaban.

Tras el revés electoral de los socialistas en las municipales y autonómicas de junio a Pedro Sánchez le faltó tiempo para convocar elecciones generales que acapararon el protagonismo de todos los medios. Los populares vendieron la piel del oso antes de cazarlo y cuando Feijoo ya hacia paquetes trasladarse a mudarse a La Moncloa las urnas y los pactos le evitaron la mudanza.

Tras quedarse con la miel el la boca pensaron en centrar todo su esfuerzo en el próximo partido. Como el tiempo pasa rápido tienen a la vuelta de la esquina las elecciones gallegas y después las vascas que son el aperitivo de las europeas que las plantean como un sucedáneo de unas generales. Como agua pasada no mueve molino siempre hay un nuevo partido en el que concentrar la atención de los reveses o victorias para que unas y otras sean efímeras mientras proliferan encuestas que, como se sabe en estos interregnos son más propagandísticas que otra cosa.

Como en el fútbol, lo mejor cuando se pierden unas elecciones es que pronto tendrán la oportunidad de recuperarse, claro que a veces si la mala racha continúan siempre hay la posibilidad de cambiar de entrenador. Porque esta eterna precampaña que vivimos se parece cada vez más al deporte del balón, los militantes de un partido lo importante es la victoria sin importarles que hacer con ella.

Parece que la democracia se reduce al hecho de votar cada dos por tres convirtiendo la política en un gran espectáculo que propicia que vivamos en una campaña electoral permanente con el consiguiente hartazgo de no pocos ciudadanos