Desconfianza institucional

15/01/2024

Josep M. Orta.

Al final de la segunda guerra mundial varios países se organizaron para que masacres como aquella no se volvieran a producir y reconducir la manera de resolver los conflictos por la vía diplomática. Así nació la ONU (sucesora de la Sociedad de Naciones) e incluso la Unión Europea que si bien nació con un marcado carácter económico poco a poco ha ampliado su margen de actuación al amplio terreno político. Muchos países firmaron acuerdos y tratados, muchos, teóricamente de obligado cumplimiento para frenar los conflictos y defender los derechos humanos..

Muy bonito sobre el papel pero a la hora de la verdad ambas instituciones se están mostrando inoperativas ante los grandes conflictos. Estos días vemos los tan desesperados como inútiles intentos de Antonio Guterres (secretario general de la ONU) para acabar con la masacre que Israel está haciendo en Gaza. El derecho de veto que tienen los cinco miembros permanentes de la ONU (China, Francia, Gran Bretaña y especialmente Rusia y Estados Unidos) dificultado una resolución taxativa de condena a la actuación propiciada por Benjamín Netanyahu. El primer ministro israelí ha demostrado en repetidas ocasiones hacer caso omiso a los mandatos de las Naciones Unidas y ahora no ha variado su postura, incluso cuando ha sido denunciado al Tribunal Internacional de Derechos Humanos por posible genocidio. Tampoco ha sido efectiva la actuación de la ONU en el conflicto de Ucrania. Hasta Marruecos, con el tema del Sahara, se atreve a desafiar las resoluciones del organismo internacional, por poner sólo unos ejemplos. Claro que la ONU no tiene ninguna fuerza coercitiva para conseguir que sus resoluciones se cumplan, sobretodo si afectan a grandes potencias.

La Unión Europea tiene mecanismos que brillan por su ausencia de agilidad. Los intereses de los 27 países que lo componen propician que los incendios se apaguen antes de lograr posturas efectivas unánimes que vayan más allá de las declaraciones. Incluso tienen problemas para que sus miembros cumplan con sus normas, como se ha visto en los sistemas judiciales de países como Hungría o Polonia.

El próxima junio se celebran elecciones europeas y todos los países harán campaña para promover el voto de los ciudadanos para elegir a 705 diputados, que gozarán de numerosas prebendas y escasas atribuciones (por que las decisiones se toman en otras esferas de la institución).

Si los ciudadanos ya desconfían de las instituciones más próximas, ¿cómo se van a sentir identificados con el proyecto europeo? Sil la Unión Europea ha sido incapaz de propiciar la renovación del Consejo del Poder Judicial en España como se va a atrever en denunciar los casos de lawfare que se producen en este país y la existencia de policías y jueces “patrióticos” que se saltan todas las reglas para su particular lucha política.

De todas maneras aunque estas instituciones se muestren poco efectivas en muchos campos y necesiten no pocos remiendos, es mejor tenerlas que no tenerlas, aunque muchos recelen de su eficacia, empezando por sus propios miembros que tan poco les cuesta violar los pactos firmados.

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