Para celebrar la fiesta del Fin de Año 2011, la Cuvée Rosé Laurent-Perrier se viste de gala con un estuche de lujo coloreado. Una vez retirada la funda, el estuche se abre como un abanico para descubrir entre sus pliegues de colores la emblemática botella icono de la Cuvée Rosé Laurent-Perrier. Los colores del plisado, Pinot Negro, Lima, Rosa Frambuesa y Fucsia se abren en una alegre alternancia revelando una delicada decoración para ofrecer una experiencia gustativa irresistible.

La Cuvée Rosé es como una cesta de frutos rojos frescos para la nariz y el paladar, para degustar siempre en los momentos inolvidables. A partir de abril 2012, para celebrar el bicentenario de la Maison Laurent-Perrier, estará disponible el formato mágnum y en edición limitada. PVP 750 ml 67 €.

La historia del Aiguière

El llamado Grand Siècle, siglo XVII, cuando el Rey Sol reinaba en Francia, fruto de una célebre cosecha de Laurent-Perrier, revive su pasado prestigioso con la famosa Aiguière.  El reinado de Luis XIV marcó el nacimiento del refinamiento: las mesas de las cenas de Versalles brillaban con el esplendor propio de la Corte. Fue el nacimiento del arte de acoger a los huéspedes de una manera refinada.

La elegancia está unida a este período histórico así como el orgullo de exhibir el savoir-faire artesanal, transformando los objetos básicos y tradicionales, en verdaderas piezas decorativas de primer nivel – un ejemplo de ello es la Aiguière, así como la cerámica, los cubiertos y las copas que reemplazan a los vasos vetustos. Se desarrolla el arte de trabajar la plata y el peltre. Las orfebrerías comienzan a tomar auge tales como la de Anjou.

Las mesas de la cena están adornadas con vajillas preciosas incluyendo saleros, cajas de especias, vinagreras y azucareros. A partir de ese momento las mesas están vestidas con un cuchillo, un tenedor y una cuchara para cada invitado, los alimentos no se deben comer con las manos y la gente deja de compartir la misma cuchara. Los hombres abandonan el uso de su daga (sustituida por el cuchillo) atada al cinturón. Estas nuevas costumbres dan origen a un nuevo “arte de recibir a los invitados” tratándolos de una manera más cuidadosa y refinada.

En el mundo de la gastronomía, aparecen hábitos “modernos”, los cuales dan lugar a platos más ligeros y sabrosos, a diferencia de los de La Edad Media. Los aromas son más suaves y las personas comienzan a desarrollar su afición por el dulce: los cortesanos empiezan a apreciar el bizcocho y otros pasteles.

L’Aiguière es, según su definición en los diccionarios, un utensilio con un asa y una boca con un pico destinado a contener y servir el agua. Esta palabra antigua ahora se utiliza más a menudo para describir un objeto de arte. L’Aiguère es una garrafa de vidrio o cristal con un asa y una boca en plata o peltre, dedicada a la efusión de los vinos.

L’Aiguière, además de perdurar durante siglos, ha variado mucho su uso en función de las épocas y los países. Se encontró en la antigüedad griega así como en las artesanías chinas y musulmanas. En el Renacimiento fue especialmente utilizada como un aguamanil para lavarse las manos durante el curso de una comida. Era costumbre que los comensales comieran con los dedos. En las casas aristocráticas, l’Aiguière y su palangana se presentaban a los invitados por los sirvientes. En la clase media y los hogares de la clase trabajadora se colocó en un aparador y se utilizaba como lavabo. En el siglo XVII, el gusto por las cosas buenas de la vida creció y con ello aumentó la producción y utilización de l’Aiguière, no sólo para los baños privados, sino también para mantener el agua fría o para servir el vino en la mesa. Poco a poco, l’Aiguière fue perdiendo su papel como “fuente de agua” en un aparador y ahora es parte de las piezas de servicio: cuatro fueron incluidas en el inventario de los muebles de la Corona en febrero de 1673.