Caníbales del naufragio

11/02/2024

Miguel Ángel Valero. En "La hija de Gardel", Lea Vélez hace una brillante y original aproximación al "agujero del horror" que fue la dictadura militar argentina.

El libro (editado por Contraluz, 272 páginas) comienza con una cita de Séneca: «El lenguaje de la verdad debe ser, sin ninguna duda, simple y sin artificios». «La hija de Gardel» cumple al pie de la letra esa máxima. Su autora, Lea Vélez, estudió Periodismo y Cine, escribió miles de capítulos de televisión, teatro, y ocho novelas (entre ellas, «Nuestra casa en el árbol» y «El jardín de la memoria»).

El argumento parece rebuscado: un periodista supuestamente comprometido con los derechos humanos es asesinado en el País Vasco, y su muerte está relacionada con Fernando y Alicia, un matrimonio de exiliados víctimas de la dictadura militar argentina; Gaona, un oficial de la Armada que participó en los vuelos de la muerte, las torturas y los asesinatos, y presuntamente ‘arrepentido’, y Ana, una joven periodista madrileña  que investiga esa represión. Pero nadie es realmente lo que parece.

En ese juego de falsedades, mentiras, secretos, memoria y olvidos, no hay nada más valioso que la identidad de una persona, que no deja de ser la metáfora de la de un país. El ultra Milei, que ha llegado a la Casa Rosada con la intención confesa y convicta de blanquear la dictadura militar en Argentina, debería leer este libro.

‘La hija de Gardel’ es también una reflexión sobre la verdad: «porque esa cosa llamada verdad ¿qué es? Cien puntos de vista, ¿una realidad fragmentada, hecha pedazos, es real? No existe hombre o mujer que pueda juntar todas las piezas y entender lo sucedido».

«La verdad es siempre oscura, espesa como el barro», escribe, cien páginas después, Lea Vélez. «La mejor falsificación es la que se sostiene con la verdad», subraya.

Sin verdad no hay justicia. Por eso «nunca se podrá hacer justicia. La justicia es irremediable. Irredimible».

Es también la constatación de que «un periodista puede contar su verdad contrastada, pero no tratar de convencer a nadie de ella. Puede contarla para que esté ahí fuera, visibilizando hechos y acciones que puedan servir a alguien a hacer su puzzle, nada más».

Porque, al final, «se trató de una guerra, una guerra en la sombra donde nadie conoce a los héroes y los traidores somos los únicos supervivientes».

En definitiva, «una metáfora del mundo. Una metáfora del hombre».

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