España cuenta con una productividad en términos de PIB por hora trabajada notablemente inferior a la de la Eurozona (53 dólares/hora por 61, en 2022, según datos de la OCDE). Además, se está distanciando cada vez más de la media, siendo el crecimiento español del 2,5% desde 2015, por el 4,7% de la zona euro, alertan el Consejo General de Economistas (CGE) y la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), en la segunda sesión “Encuentros FEDEA-CGE sobre cuestiones estructurales de la economía española”,
Valentín Pich, presidente del CGE, subraya que “el problema de la productividad española es estructural a nuestro modelo económico, pero, además, parece estar agravándose, ya que ésta no solo crece muy por debajo de la del resto de países de nuestro entorno, sino que incluso en el último trimestre de 2023 la productividad por hora trabajada ha caído en España un 0,06%, representando la primera caída desde el segundo trimestre de 2022”. “No son pocos los factores relacionados con este problema: la escasa y poco competitiva inversión en activos intangibles, los claros desajustes existentes entre la oferta y la demanda de trabajo, la aún elevada temporalidad del mismo, o las barreras a la financiación para las empresas pequeñas, especialmente para las tecnológicas, entre otros”, explica.
Y advierte: “Si no logramos solucionar este problema, cosa que, desde mi punto de vista, solo se conseguirá a través de políticas enfocadas al largo plazo y a la economía del conocimiento, seguiremos perdiendo convergencia con respecto a Europa en términos de renta y competitividad”.
Ángel de la Fuente, director de Fedea, resalta que «la productividad es absolutamente fundamental. A largo plazo, es el principal determinante del nivel de renta y bienestar de las sociedades. Por tanto, una de las prioridades fundamentales de la política económica debería ser hacer todo lo posible por fomentar su crecimiento». Destaca «la la importancia de una inversión inteligente y equilibrada en diversos tipos de capital, no sólo maquinaria, edificios e infraestructuras físicas, sino también en intangibles como el capital humano, tecnológico y social –y del buen funcionamiento de las instituciones, la seguridad jurídica y la estabilidad política y social como condiciones necesarias para sostener niveles elevados de inversión».
A continuación, Javier Ferri, Juan Pablo Riesgo y José Carlos Sánchez de la Vega han pronunciado cada uno una breve conferencia. La de Ferri ha llevado por título «Revertir el estancamiento de la productividad en España»; la de Riesgo, «Mercado de Trabajo y políticas de empleo”; y la de Sánchez de la Vega, «Las diferencias de productividad entre CCAA».
Javier Ferri, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador asociado de Fedea, señala que “la renta per cápita de España convergió hacia la media de los países de la Eurozona hasta 2006, cuando la brecha desfavorable para nuestra economía se situó únicamente en un 5 por cien. Desde entonces hasta 2023 la brecha se ha ido ampliando hasta el 17 por cien actual. Catorce de estos diecisiete puntos se deben a nuestro pobre desempeño en materia de productividad. No se trata de un problema de composición sectorial, pues nuestra productividad ha evolucionado peor que la europea en todos los sectores económicos, con la excepción de la agricultura».
«Nuestro problema con la productividad es transversal y está arraigado en nuestra propia estructura social y económica. Nuestra población activa todavía tiene niveles de educación formal inferiores a la media europea y, aunque la tasa de población que termina completando estudios universitarios ha aumentado, las competencias de los estudiantes, medidas por pruebas estandarizadas como las de PISA, han acumulado una substancial caída con respecto a la media de la Eurozona en los últimos veinte años. Ni la formación bruta de capital, que se ha desplomado en las últimas dos décadas con respecto a la media europea, ni la tasa de inversión en I+D sobre PIB, que viene fluctuando alrededor del 60 por cien de la europea, muestran signos de poder revertir la situación, sino que probablemente empujen en la dirección contraria”, añade.
Por su parte, Juan Pablo Riesgo, exsecretario de Estado de Empleo y actual socio responsable de EY Insights y socio de People Advisory Services EY España, considera que “la anunciada creación del Consejo de la Productividad es una gran noticia. Su materialización debería servir de guía para implementar una ambiciosa agenda por el empleo y la productividad que implique a todos; por supuesto a la Administración, pero a la empresa y a los trabajadores también. Por lo que respecta a las políticas públicas, es urgente invertir en formación e impulsar una regulación adecuada, que garantice la mejora de la calidad del sistema educativo a todos los niveles y lo más consensuada posible para asegurar su estabilidad en el tiempo. En relación con el mercado de trabajo, además de facilitar la incorporación de talento extranjero, urge impulsar la integración activa de los en torno a 3 millones de desempleados que aún mantiene nuestro mercado laboral. Ello exige priorizar su incorporación al mercado de trabajo, a través de un marco de relaciones laborales flexible y seguro que reduzca la dualidad efectiva, un modelo de intermediación y formación profesional para el empleo moderno, digitalizado y eficaz, y un marco de protección social y desempleo que aporte recursos suficientes e incentive la transición al empleo, evitando la trampa de la pobreza a la que se someten los desempleados que dejan de buscar activamente empleo. Y finalmente, urge reforzar la sostenibilidad de nuestro sistema de protección social, sin confiar el grueso del proceso de consolidación a subidas de cotizaciones que afectarían a la competitividad de la economía nacional y, en definitiva, a nuestro mercado laboral”.
José Carlos Sánchez de la Vega, profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Murcia y director técnico del Informe de Competitividad Regional del CGE, asegura que “la eficiencia productiva es un elemento crucial en el proceso de desarrollo de las economías y, por ende, en la mejora de los niveles de renta y bienestar». «Factores como la intensidad innovadora, el tamaño de las empresas, el nivel formativo de los trabajadores, la estructura productiva o la calidad del empleo guardan un estrecho vínculo con la productividad real y que sus valores difieren considerablemente entre regiones”, apunta.
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