Galicia, las lecciones de las elecciones

21/02/2024

José María Triper.

El dilema al que se enfrentaban los ciudadanos de Galicia en las urnas era “comunismo
o libertad” y los gallegos han optado decididamente por la libertad frente a la apuesta de la izquierda plurinacional por el comunismo que representaba el BNG. Apuesta por la libertad, por España y por el continuismo de unas políticas que han llevado a Galicia a ser la segunda comunidad de España en crecimiento del PIB per cápita desde el año
2009, ha rebajado su tasa de paro hasta el 9,15%, dos puntos por debajo del 11,76% del conjunto del Estado, a una mejora espectacular de los servicios sociales y de las
infraestructuras y a una diversificación de su estructura productiva que ha eliminado su
tradicional dependencia de la agricultura y de la pesca.

Los gallegos han votado a favor de la estabilidad política y económica, de la seguridad
jurídica, y han legitimado el liderazgo de Alfonso Rueda que por méritos propios pasa a
engrosar la nómina de los barones populares. Pero también, los gallegos han votado en contra del intervencionismo de la economía, de una política fiscal esquilmatoria y
abusiva, de los empleos precarios, de las limosnas en forma de subsidios, de las trampas en las estadísticas, de las mentiras y, sobre todo han votado en contra de la amnistía, de la desigualdad entre los españoles, de seguir la senda catalana con declive económico y fuga de empresas incluidas y, sobre todo, han votado contra Sánchez y una coalición de gobierno que sólo vende propaganda a falta de solvencia, de gestión y resultados.

Pero añadido a las propias circunstancias de Galicia estas elecciones autonómicas tenían también una indudable lectura nacional, de la que la primera conclusión es la
consolidación de Alberto Núñez Feijóo como líder indiscutible de la alternativa,
acabando al mismo tiempo con las voces que empezaban a cuestionarle dentro del PP
siguiendo la tradicional tendencia cainita del centroderecha.

Y si Feijóo ha sido, junto a Rueda, el triunfador de los comicios, el gran perdedor es
Pedro Sánchez que ha tenido los peores resultados de la historia del PSOE, una vez más.

Un Sánchez que ha llevado al Partido Socialista a ser la tercera fuerza política en
Galicia, en Madrid y en el País Vasco y cuyas alianzas demostrado está que engordan a los nacionalistas y hunden el PSOE, un partido histórico que hoy ha dejado de ser una alternativa para quienes creen en la democracia, en las libertades y en España. Un
político que no gana elecciones – ha perdido por goleada en Andalucía, en Madrid, en
las autonómicas y municipales, en las generales, en Galicia y sólo ganó al PP hundido y dividido de Pablo Casado- pero perdiendo sabe maniobrar sin escrúpulos para acceder o mantenerse en el poder vendiendo a España y el partido sólo en su propio beneficio.

Y junto a Sánchez, la lista de los fracasados se completa con su socia favorita, la
vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, que no ha conseguido ni un solo
diputado en su tierra en la que nunca fue profeta y que ha hecho el ridículo en El Ferrol, su ciudad natal donde prácticamente se la ignoró entre los votantes. Si esta fuera una democracia normal, con partidos y políticos normales en las sociedades democráticas, en la misma noche electoral los responsables del descalabro ya habrían dimitido.

En la misma línea que los podemitas de Pablo Iglesias y Belarra, que ha sacado menos
votos que el PACMA. Y también de Vox que se queda como un partido residual y no ha
pasado de ser el tonto útil de Sánchez y los nacionalistas del BNG.

Un lección de los gallegos en las urnas y una lección de hombre de Estado, de partido y de señorío de Alberto Núñez Feijóo al admitir que las elecciones de Galicia se habían convertido en un plebiscito sobre su liderazgo, a pesar de lo cual participó activamente
en la campaña porque, como él mismo dijo, es preferible que se hunda un líder a que se hunda el partido. Todo lo contrario de un Pedro Sánchez, que no sólo no dio la cara,
como tampoco la ha dado con los agricultores ni con los guardias civiles asesinados,
sino que culpo de sus derrotas a la falta de liderazgo de los líderes territoriales.

Candidatos que han sido impuestos por él y, en la mayoría de los casos en contra de las ejecutivas territoriales. Pero es su condición: egolatría, ambición y trabajar sólo para él cueste lo que cueste y vendiendo lo que tenga que vender.

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