¡Marchando, otra de elecciones!

23/02/2024

José M. Orta.

Cuando aun no hemos superado la resaca de las elecciones gallegas el lendakari Íñigo Urkullu convoca para el próximo 21 de abril los comicios en el País Vasco, poco después, en junio, se celebrarán las elecciones europeas y aún quedan pendientes de convocatoria las catalanas.

En Euskadi la pugna se centra entre las dos fuerzas nacionalistas que se disputan el primer puesto con los socialistas como hacedores de mayorías. Los que sufrimos los oscuros años del terrorismo (aquello sí que era terrorismo, señores jueces) recordamos el clamor de todas las fuerzas políticas invitando a los radicales que dejaran las bombas y aceptaran el juego democrático, cuando han callado los asesinatos algunos se olvidan de estas intenciones.

Recuperando el hilo del artículo es evidente que una parte importante del sistema democrático es que los ciudadanos elijan a sus representantes para que les gobiernen durante un tiempo determinado con las competencias que la ley les atribuye y puedan cumplir sus promesas electorales. En cambio en nuestro país cada elección parece que sólo son unas primarias para las próximas elecciones y todo se reduce a un juego electoral

Los políticos son unos ciudadanos que tienen que pasar oposiciones cada cierto tiempo para mantener su puesto de trabajo o son sociedades que sus consejos de administración periódicamente hacen balance de sus resultados (o sea los votos logrados). Ello propicia que durante los periodos pre electorales la demagogia y la crispación aumente en muchos decibelios y el ruido de los insultos dificulte el debate sereno. Que esto pase en los lugares donde los ciudadanos tienen que votar es incluso comprensible, lo malo es que cualquier elección local condiciona en buena parte la actividad política de otras instituciones y les contagie el electoralismo. Lo hemos visto en Galicia donde los primeros espadas de la política española pedían el voto con unos argumentos sobre los cuales los diputados electos no tendrán ninguna capacidad para actuar y que evidentemente no serán los ejes de su actuación por que cada institución tiene sus propias competencias.

De momento lo que llaman “la gran fiesta de la democracia” para muchos se está convirtiendo en una tortura, pero también hemos aprendido frente a los mensajes catastrofistas que algunos dirigentes nos envían si no ganan, que pase lo que pase ni el país se hundirá ni se sacarán de la manga soluciones milagrosas.

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