¿Qué fue de 2011?

02/01/2012

Daniel Serrano.

Feliz 2012 y que Dios nos ampare, a este paso tendremos que hurtar libros a los bouquinistas del Sena, tan lejos como están, de camino nuestros bolsillos a la glaciación definitiva y el mundo avanzando hacia el abismo. De peores hemos salido, supongo. En todo caso, ¿qué fue de 2011? Permítanme  que exponga mi particular catálogo de preferencias y disculpen si no incluyo Los enamoramientos (asignatura pendiente), Libertad (todo un bluff, a mi heterodoxo entender) ni Némesis (no es Roth todo lo que reluce). Sin orden ni concierto estas fueron mis lecturas predilectas del año finiquitado:

1. El mapa y el territorio (Anagrama). Michel Houellebcq contra todos, a la carga de nuevo, aunque (a decir de algunos) algo domesticado. No, no tanto. Un serio placer para el lector, un entretenimiento de altura y una reflexión sobre el arte contemporáneo con forma, en su segunda parte, de policíaco excéntrico. Houellebecq sigue en forma, qué caramba.

2. A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires en España (Libros del Asteroide). Manuel Chaves Nogales o el nuevo periodismo antes del nuevo periodismo allá en la España ensangrentada de la Guerra Civil. Los mejores relatos jamás escritos acerca de nuestra contienda y créanme que el superlativo está justificado. La gesta de los caballistas, una de las narraciones incluidas en este volumen, deja boquiabierto, como si en vez de una vieja historia de nuestra guerra estuviéramos contemplando un western crepuscular firmado por Sam Peckimpah. Bellísimos relatos, brutales, desoladores.

3.  Ayer, de camino (Alianza). Notas de viaje de Peter Handke, haikus místicos, miniaturas literarias de un periplo por media Europa, por medio planeta. La felicidad del caminante. “Ya sólo me queda/ la vacía pena/ del viajero que regresa” escribió mi hermano Ismael en cierta canción. Pero antes de regresar, la plenitud de quien camina sin pensar en que, un mal día, habrá de volver a casa.

4. Una novela francesa (Anagrama). Segundo autor francés del listado, qué se le va a hacer. Frederic Beigbeder hincha aún más su egolatría y nos cuenta en primerísima persona cómo fue detenido por consumir cocaína en la vía pública y, de paso, reconstruye su pasado familiar. Una delicia con abundantes reflexiones de actualidad y, naturalmente, el humor cínico tan propio de este niño terrible que con cuarenta y tantos años continúa luciendo pantalón corto.

5. El espíritu de mis padres sigue subiendo por la lluvia (Mondadori). El argentino Patricio Pron repasa viejas fotografías familiares y descubre quién fue su padre realmente, quiénes fueron los padres que sobrevivieron al horror de la Argentina de los 60 y 70. Y cuya supervivencia, muchas veces, supuso renuncia y dolor, y dejar atrás una pelea donde cayeron los mejores. Hermoso ejercicio de memoria. Muy similar en el tono a otro título, venido también de más allá del océano y que también incluyo aquí:

6. Formas de volver a casa (Anagrama). El chileno Alejandro Zambra, igual que Pron, se mira en el espejo de su padre y descubre por qué, cuando era niño, papá enseñaba qué gritar en caso de secuestro, como si fuera un juego.

7. Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupado por los nazis (Galaxia Gutenberg). O la demostración de que en el ámbito cultural francés hubo más capitanes Renault que íntegros resistentes. Es decir, que mientras los soldados alemanes marcaban el paso de la oca por los Campos Elíseos, Maurice Chevalier sonreía sin arrugar la nariz ante una esvástica, Sartre estrenaba obras de teatro y Miterrand meditaba abandonar el petainismo y hacerse antinazi. Excelente periodismo el que nos regala Alan Riding, su autor, y además, en mi caso, el hilo del cual tiré para llegar (tardíamente) a Irène Némirovsky. Qué belleza trágica la de su Suite francesa.

8. El año de la liebre (Anagrama). De Finlandia nos ha venido este descubrimiento con formas de cuento para niños creciditos. La historia de un maduro gacetillero que decide meterse una liebre en el bolsillo y ejercer de alma libre por los valles y estepas del lejano Norte. Arto Paasilina es un maestro, amigos.

9. Los patos de Central Park (Alfaqueque). Una novelita de aliento generacional, ideal para quienes, nacidos en los 70, aún nos preguntamos qué somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Una bonita historia de amor firmada por la debutante Marina Fernández Bielsa. Me gustó.

10. La guerra de Emma (Marbot/Tierra de nadie). África paga y Occidente pone la mala conciencia. Un perturbador retrato de una chica guapa, concienciada, militante de la industria humanitaria y, finalmente, perdida en el laberinto criminal de Sudán. De activista en una ONG, Emma pasó a mujer de un señor de la guerra. ¿Cómo sucedió? La periodista Deborah Scroggins nos lo relata magistralmente.

Y seguro que me dejo títulos en el tintero, tan desordenado como soy, tan disperso, pero (más o menos) esto fue 2011. Estas fueron, entre otras, las lecturas que nos salvaron de la catástrofe.

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