Morirnos de miedo

02/01/2012

diarioabierto.es.

Ya está aquí el 2012. Damos la bienvenida a un año que plantea cambios. ¿Pero cambios de qué tipo? Hace un par de días despedíamos un año lleno de crisis financiera y abríamos esperanzas hacía un nuevo año, en el que esperamos, todo se arregle poco a poco. Pero a mí, sinceramente, me da bastante miedo y mis esperanzas van mermando cada vez más.

Veo como familiares y amigos van quedando en paro. Cada vez tenemos más miedo al «qué pasará». Los que tenemos trabajo, algunos, colgamos de un hilo y cerramos la boca, aguantando según qué cosas para no quedarnos sin él. Quedamos callados y viendo día a día acercarse la posibilidad del despido. Tratamos de conformarnos con lo que tenemos, porque podría ser peor y más vale cuidar lo que tenemos que perderlo.

Se suponía que el transcurso de los años, que el futuro, prometía una estabilidad: una vida mejor. Sin embargo esto no es así, no al menos de un tiempo a esta parte.

Sales a la calle y ves gente pidiendo en las aceras. La cola del paro es mas larga que la cola del súper, donde por cierto, cada vez, llenas menos el carro y pagas más euros. Es increíble lo caro que puede llegar a ser todo.

Cerca de donde yo vivo, veo, casi cada noche a un hombre arrastrando un colchón viejo hasta un cajero interior, para dormir allí refugiado del frío. Por la mañana, antes de que la sucursal abra, el hombre despierta y arrastra de nuevo el colchón a la calle, hasta que anochece y vuelve allí para dormir. Y así día tras día.  El hombre pide en la calle, con frío, viento, lluvias o sol. Pide, mientras muchos de nosotros caminamos con las cabezas agachadas (y no le vemos), perdidos en nuestros problemas, que no son pocos, pero nada comparables con los suyos.

Ojalá que se arreglase el tema del paro. Ojalá que hubiese más trabajo, menos sequía laboral. Ojalá que ir al supermercado a comprar comida volviese a ser divertido, en vez de una aventura de sumas y restas con calculadora en mano.

Quisiera recuperar la esperanza, y pensar que todo cambiará. Pero tengo miedo. Tenemos miedo. Nos morimos de miedo y no nos damos cuenta. Tratamos de esconderlo bajo el mal humor, malas caras y nos quejamos del trabajo y de los jefes. Del paro y los subsidios. De lo caro que es todo. De nosotros mismos.

Y yo tiemblo de miedo cada vez que miro mi cuenta bancaria y el calendario y cuento con los dedos el tiempo que aún nos queda para volver a cobrar. Y gracias a Dios que cobramos, que seguimos con trabajo.

Menos mal que aún nos quedan besos de amor que nos rescatan de este naufragio. Y días felices donde por momentos olvidamos nuestros temores y sonreímos. Menos mal que termina saliendo el sol y que nos hace entrar en calor, estos días de invierno. Menos mal, que morirse de miedo, es señal de que estamos, de que aunque no lo parezca, seguimos vivos y sonreímos.

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