… y tú, más

21/03/2024

Josep M. Orta.

Los problemas de corrupción entre los partidos del mundo occidental son relativamente frecuentes. Aplicando la máxima evangélica que reclamaba “que el que esté libre de pecado tire la primera” me recuerda cómo Fraga, entonces presidente de la Xunta, justificaba que en su formación hubiera casos de corrupción asegurando que “si hasta a Jesucristo se le infiltró un traidor, cómo no nos iba a pasar a nosotros”.

Parece que este tema es endémico en democracia (en las dictaduras es mejor no hablar) pero la diferencia es como las cúpulas de los partidos afrontan estos problemas. En los países europeos normalmente lo solventan con dimisiones fulminantes. Al inicio de la democracia fue encausado el socialista Demetrio Madrid, a la sazón presidente de la Comunidad de Castilla y León, por unos problemas con su empresa que tuvo desatendida para dedicarse al cargo por el que fue elegido. Dimitió inmediatamente al iniciarse el periplo judicial y cuando el mal ya estaba hecho, al cabo de un tiempo los tribunales le absolvieron.

Era a comienzos de la democracia, después los episodios de presunta corrupción se multiplicaron tanto en el gobierno del Estado como en las comunidades autónomas o ayuntamientos y entonces cambió el discurso de los partidos y se apelaba a la presunción de inocencia para mantenerse en el cargo y como la justicia es lenta y los recursos en caso de condena habitual, la solución del conflicto se eternizaba.

Después se produjeron situaciones escandalosas (en el sector urbanístico o de tráfico de influencias en la Comunidad Valenciana, Andalucía, Galicia, Catalunya, los temas …) y en algunos casos afectaban directamente a las cúpulas de los partidos. El discurso cambió de nuevo y entonces las defensas de los dirigentes, fase en la que nos encontramos ahora, era el de “y tú más” en vez de tomar medidas más drásticas, adoptando rigurosos controles para limitar al máximo los temas de corrupción en sus formaciones (erradicarlo es prácticamente imposible).

El cinismo de las cúpulas de los partidos, como vemos estos días, llega a una evidente doble moral, mientras justifican a los tuyos se encarnizan con los trapos sucios de tus rivales (en esto son especialistas los partidos de derechas) lo curioso es que mientras el electorado de izquierda toleran muy mal los episodios de corrupción que hay en sus partidos parece que los que votan a la derecha tienen asumido que haya corrupción en sus dirigentes y el castigo que reciben en las urnas es mínimo.

Como decía Pascual Maragall, en política “no hay un palmo de limpio”.

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