Ha empezado la campaña de la declaración de la renta. A mí, como cada año, me parece enormemente injusta y no sólo por los conceptos impositivos, si no por qué tengo la sensación que sólo unos pocos mantenemos las estructuras del Estado.

Uno tiene la sensación que sus aportaciones como contribuyente están muy lejos de las prestaciones que recibimos. La hasta no hace mucho ejemplar sanidad pública ha caído en picado por falta de inversión; la calidad del sistema de educación público se ha deteriorado, mientras en la enseñanza superior las matrículas son en muchos casos prohibitivas; la utilidad de algunas obras públicas es más que discutible, se ha deteriorado mientras otras que han de relanzar significativamente la economía hace años que están paralizadas, como el corredor mediterráneo. Las inversiones en investigación son en muchos casos una invitación a que nuestros cerebros emigren a países donde tengan muchos más medios para realizar su trabajo.

También se agradecería una administración más ágil, hace tiempo que se planteó aquello de la “ventanilla única” en la que se pudieran hacer todas las gestiones habituales. Ahora, con el conflicto de los campesinos, han denunciado que para su quehacer diario han de pasar por más de veinte despachos. Por otra parte, no estaría de más modernizar el sistema informático de los centros públicos que los ordenadores de algunos centros son antediluvianos, por no hablar de la justicia que también necesita una profunda reforma tanto en las formas como en los contenidos.

Paralelamente, se realizan grandes obras de dudosa utilidad, como líneas del AVE sin pasajeros, aeropuertos sin aviones, burocracia excesiva y en muchos de dudosa eficacia.

Todo esto es evidente que no se puede hacer en un día, pero es evidente que a muchos no nos dolería tanto a la hora de retratarnos ante Hacienda, pero son muchos que tienen la sensación que son muchos los que tienen la capacidad de gestión para defraudar al estado con mecanismos de ingeniería financiera, paraísos fiscales, externalizaciones, tráfico de influencias, puertas rotatorias, subvenciones más que dudosas… Es sintomática la frase de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, cuando afirma que “si empezamos con inspecciones fiscales caen la mitad”. Me gustaría que se explicara un poco mejor.

Entre los que no pagan, los que defraudan y el uso que hace el Gobierno de lo que pagamos los contribuyentes nos tienen contentos. Y encima algunos hablan de bajar impuestos para reducir aún más las prestaciones.