Ni miento ni subo impuestos… o sí

05/01/2012

diarioabierto.es.

Ni los más optimistas del lugar, especie en más extinción que los urogallos una vez retirado Zapatero, podían imaginar unos primeros pasos tan deslumbrantes del nuevo Gobierno. De hecho más que pasos han sido zancadas. Si el anterior inquilino de Moncloa tardó años en traicionar sus principios económicos a Rajoy le ha bastado con poco más de una semana. No hay argumento contable que valga como coartada para subir los impuestos cuando se hizo ariete electoral de justo lo contrario. Las hemerotecas bullen de ejemplos sonrojantes. Apretar las tuercas del IRPF era para González Pons una puñalada trapera a las clases medias cuando no, a juicio del hoy re-ministro Montoro, un acicate para la recesión y el aumento del paro.

Después de visionar ese vídeo de don Cristóbal en el que se despacha contra lo que él mismo aprobó en Consejo -salvo que sus colegas aprovecharan para sacarlo adelante cuando se levantó al excusado- uno le hubiera aconsejado adquirir al calor de la Nochevieja una peluca y unas narizotas y no desprenderse del kit en todo el año. Mejor desapercibido que sencillo. De no haber sido por Javier Arenas la cota de vergüenza ajena hubiera sido difícilmente superable. Empero, el plusmarquista mundial de candidaturas a la Presidencia de la Junta de Andalucía apuntó que la sociedad aceptaba el palo tributario porque estaba harta de oír mentiras. No consta parpadeo alguno durante la declaración por lo que cabe colegir que o se lo cree de verdad o nos toma por tontos o contribuyentes. Valga la redundancia.

Decía Miguel de Unamuno que hablaba mucho de él porque era el hombre que tenía más a mano. Sirva ese espíritu egocéntrico para apuntar que entre el recorte salarial del año pasado, la congelación del actual y la colleja impositiva que se avecina uno calcula que en dos o a lo sumo tres años recuperará la nómina de cuando ejercía de becario. Con menos pelo y más lorza, eso sí. Lo que se dice un incuestionable chollo. Y eso sin disposición alguna a pedir perdón por tener un trabajo digno porque a uno le enseñaron que lo que hoy se considera privilegio es un derecho tan difícil de conquistar como fácil de perder.

Por tanto, alejado de esa tentación de peregrinar de rodillas al Cristo de Medinaceli por cotizar a la Seguridad Social únicamente apuntar que los ricos de ayer son más ricos con el Año Nuevo y con el revenido (el ‘top ten’ de los millonetis aumentó el 8% su fortuna en Bolsa en 2011), los asalariados más pobres y los parados mucho más numerosos. De esas tres realidades la segunda ya computa al nuevo Gabinete. Cualquiera en su sano juicio, o simplemente que no estuviera de campaña, sabía que sólo con los recortes no se llegaba a fin de mes. Que a la poda de gastos habría que sumar el incremento de ingresos con independencia de que el déficit fuera del ocho, del ocho con dos o coincidiera con el número complementario de la Primitiva.

Cualquiera que no aspirara a convertir el Palacio de la Moncloa en la madriguera del mismo nombre hubiera explicado por qué en menos de una semana su promesa electoral más sólida se diluía con la misma facilidad que se juraba ni mentir ni subir los impuestos. Una de las dos cosas ya no cuadra aunque los palmeros mediáticos de este Ejecutivo tan competente y tan competitivo que ha faltado a la verdad más rápido que ninguno digan que las dolorosas medidas han gustado mucho en Alemania ¿Será acaso porque ellos viven allí y nosotros aquí? Esta y otras cuestiones serán las que tenga que desvelar el presidente si es que realmente existe o nos tenemos que remitir a Nietzsche. Para él Dios no existía. Para nosotros Mariano tampoco.

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