Toro sentado

23/11/2010

Joaquín Pérez Azaústre.

Escribe en diarioabierto.es mi querido Rodolfo Serrano un artículo lleno de matices, respetuoso y sensato, y también abiertamente militante, titulado A toro pasado. Lo leo y lo releo, y veo mucho cabreo, y perdónenme esta rima demasiado fácil, que también se hace eco de un picor hermanado, de una misma indignación que es más civil que laica, aunque también es laica, pero sobre todo es ciudadana. La sensación que me provoca el texto de Rodolfo es que de toro pasado, nada, que vivimos una especie de “trágica mojiganga”, que diría Valle-Inclán, “democracia sin gracia”, que diría Javier Álvarez, en la que nos toman el pelo por arriba y por abajo, por izquierda y derecha.

Porque, vamos a ver, y ahondando en el asunto, qué tiene que decir Bibiana Aído, Secretaria de Estado de Igualdad, sobre las últimas declaraciones del Papa Ratzinger acerca del preservativo. Que supone “un avance”, ha dicho Aído, aunque “son necesarios muchos pasos más si quieren romper con ese divorcio que tienen con la ciudadanía”. Luego insiste: “un paso al que no hay que quitarle mérito, mucho más cuando en un tema como éste han querido tener la razón todo el tiempo, por los siglos de los siglos”. Que no, hombre, que no. Mujer, quiero decir. Que ser un Estado aconfesional es otra cosa. Que, para empezar, hay que vivir un poco de espaldas a lo que diga el líder de una comunidad religiosa, que no hay que darle ese protagonismo, que hay que empezar a dejar hablar a la Conferencia Episcopal sin comentar cada una de sus frases, que no son vinculantes. Que hay que respetar, como dice Rodolfo en su artículo, por supuesto que sí: pero no hay que tragarse una tarjeta de visita de ocho millones de euros, que es lo que acaba de hacer nuestro Gobierno socialista con el Papa.

Dice Marcelino Iglesias que se ha defendido “enérgicamente” los derechos humanos allí, cuando sólo se ha pactado el paso de dos periodistas españoles acreditados a El Aaiún. Que Trinidad Jiménez, la sonrisa perenne –tan significativa con esta actualidad-, que tranquilamente advierte que no hay ningún vínculo entre España y el Sáhara –luego hablamos de “memoria histórica”-, se ha tragado estoicamente, con esa disciplina de partido admirable que nos demuestra siempre, la agresión institucional marroquí contra nuestra libertad de prensa. Ahora a toro sentado, tengo la sensación de que todo es lo mismo.

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