Del cerdo, hasta los andares

09/01/2012

Patricio Sesma Granell, restaurador. Las fiestas, los puentes, las navidades, todo está pensado para engordar. Incluso las reuniones de los presidentes europeos, concebidas para adelgazar deudas, no hacen más que engordar dudas.

Es tiempo de montanera, cuando se sacan los cerdos a pasear al campo,  para que se coman todo lo que pulula por el suelo, y así conseguir  unos  riquísimos jamones con los cuales obtener prebendas,  agradecer  favores, o simplemente deleitarse con su extraordinario sabor.
No vamos a cocinar nada con el jamón, ya que su precio no nos lo permite; eso sí, compraremos 250 gramos para recordar cómo sabían aquellas magníficas patas negras que hace tiempo anduvieron por casa y a las que Almodóvar dio papeles estelares en sus películas.
Colocaremos el plato en mitad de la mesa como símbolo de protesta ante la ruina que llevamos encima.
Al carnicero que con su ojo avizor ha decidido tener carne de cerdo picada a un buen precio, le vamos a decir que nos la pase por la picadora una vez más, pero esta vez con un diente de ajo y unas ramitas de perejil.
Si se niega, no nos quedará más remedio que picar el ajito y el perejil a mano y añadírselo a la carne, o lo hacemos nosotros o no lo hace nadie, en fin, como la vida misma.
Si acepta, aportaremos nosotros los dos ingredientes, ya que  bastante es que le obliguemos a trabajar un poco más, aunque tal y como se hace ahora con los funcionarios para salvarnos de la crisis, debiera de hacerlo.
Nos acercamos a una cámara expositora, no en las que los políticos exhiben su escasa oratoria, sino en las que lucen en su máximo esplendor las cuñas de queso.
Adquiriremos un queso nacional, con este tipo de actos empieza la recuperación económica, que sea de curación media, y de leche pura de oveja; como dicen los ingleses con el euro, sin mezclar.
En casa seguro que tendremos pan de molde, una cebolla, una zanahoria, una berenjena, un poquito de queso rallado, un vaso de leche,  pan rallado y un huevo.
Nos ponemos en marcha con más tirón que la locomotora alemana, y con más  garbo que un estirado inglés.
Troceamos  la cebolla, la zanahoria, la berenjena, y los salteamos hasta que los condimentos estén tan tiernecitos  como las maneras de un francés.
Mientras tanto y para no perder tiempo, hemos troceado el pan de molde, batido el huevo,  mezclado estos dos ingredientes con la carne picada y hemos dado “el punto de sal “, expresión que nos hace sentirnos mas “chef” que “cocinillas”
Ahora, con nuestras verduritas y con la mezcla cárnica hacemos lo que manda el Banco de España con las cajas y los bancos, un “totus revolutum” para generar sinergias, pero  esta vez gastronómicas.
Doramos la fusión por absorción alimenticia y la retiramos del fuego para que se enfríe, igual que el Reino Unido con Europa.
Una vez fría nuestra exquisita mezcla, hacemos unas albóndigas e introducimos dentro de ellas el taco de queso.
Cogemos nuestras albóndigas con núcleo duro de queso, y las pasamos por una mezcla  a partes iguales de pan y queso rallados. Las colocamos en una bandeja, las rociamos con un chorrito de aceite y las tenemos 20 minutos a horno fuerte.
Las sacamos y las servimos con ensalada o con puré de patata ligerito.
Y si queremos gastar un poco más en lugar de carne de cerdo picada, compramos picadillo, sí, el de hacer chorizo.  ¡¡Ya se sabe, los chorizos nos cuestan caro, muy caro!!, es mas, ¡¡nunca sabremos lo caro que nos van a costar los chorizos!! , y si nos ha tocado la lotería, compramos una botellita de aceite de trufa y le añadimos una cucharada al puré de patata.

¡¡Buen provecho!!

Patricio Sesma Granell.
Director del restaurante Bokado Madrid

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2 pensamientos en “Del cerdo, hasta los andares

  1. ¡¡Habrá que probar estas albóndigas!!.

    Interesante el dato de hornearlas en lugar de freírlas.

    ¡Me lo apunto!

  2. ¡Qué buena pinta! Y además no parecen complicadas estas albóndigas. Muchas gracias por compartir esas estupendas recetas… y el aderezo especial de esos comentarios muy acertados.

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