De profesión, ¿escritor?

11/01/2012

Daniel Serrano.

García Hortelano se daba al oficinismo y al Atleti y luego escribía extraordinarias novelas y cuentos entre whisky y whisky. Juan Marsé, en su primera juventud, apretaba el ojo en un taller de joyería y fue también mozo de laboratorio en el Instituto Pasteur de París. Luis Mateo Díez ejerce (si no se ha jubilado ya) de probo funcionario en el Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid. Gil de Biedma nunca abandonó sus tareas en la tabaquera familiar, de Manila a Ultramort. O sea que lo de ganarse la vida urdiendo relatos u otros artefactos literarios no resulta cosa fácil y de ahí que tras cada escritor haya un sinfín de vicisitudes laborales. Y he aquí un ligero librito que nos da más detalles al respecto: Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores.

Su autora, la italiana Daria Galateria, repasa las biografías no literarias de algunos célebres literatos. O cómo Jack London, Kafka, Saint-Exupery, Chandler, Vian, Bukowski y otros tuvieron que ganarse el pan con el sudor de sus frentes. Aseguraba mi profesor de filosofía del bachillerato que Marx escribió una vez: “El hombre huye del trabajo como de la peste”. Marx, desde luego, así lo hizo.

El caso es que Galateria, si bien (para cualquier lector medianamente informado) no lleva a cabo grandes descubrimientos, dibuja un interesante retrato colectivo de un gremio que, en la mayor parte de las ocasiones y a lo largo de todos los periodos históricos, ha tenido que ganarse a puñetazos el derecho a la inmortalidad artística. Véase el ejemplo extremo de Jack London, trampero, marino, buscador de oro, vagabundo y, finalmente, luminaria de las letras estadounidenses. O el periplo vital de Bukowski, cartero durante años, borracho con infinidad de oficios circunstanciales durante otras temporadas y, finalmente, escritor de éxito y, sin embargo, con cierta añoranza por sus años golfos, pues afirmó en su vejez que le resultaba mucho más ingrato dar una conferencia o una entrevista que dejarse el lomo diez horas en una fábrica. Luego están los aventureros: Saint-Exupery, piloto pionero, Malraux, ladrón de estatuillas en Asia y combatiente en la Guerra de España, Lawrence de Arabia, qué decir.

Y también, nos cuenta Galateria, están aquellos quienes disfrutaron con su trabajo. O al menos se lo tomaron muy muy en serio. Véase Kafka, burócrata atormentado pero, en el fondo, profundamente entregado a sus labores de chupatintas. Véase el poeta norteamericano Thomas Eliot, eficiente empleado de banca que llegó a escribir: “Es el trabajo más interesante del mundo”.

Y Hammet, detective de la Pinkerton antes de inventar al detective que tantas volutas de humo expelió en las publicaciones pulp de la época. E Italo Svevo, que renunció a la escritura a favor de su carrera de gran industrial. Y Gorki, de miseria en miseria a largo de toda su infancia bajo el zarismo, tan brutal como cualquiera de las ficciones que creara después.

En fin, un excelente entretenimiento. Ligero, sí. No se trata de un ensayo minucioso o sesudo ni falta que nos hace. Pero, desde luego, que resulta lo suficientemente estimulante. Y es, además, la demostración en tinta de que, en algunos casos, la perseverancia conduce a la posteridad. Mediante trabajos forzados. Así es la vida.

(Y valga, de paso, esta recomendación dispersa como homenaje a Félix Romeo, traductor del texto, recientemente fallecido, entrañable monstruo, insumiso histórico, autor de la conmovedora Amarillo, novela o confesión o ambas cosas. Félix Romeo. Descanse en paz).

Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores. Daria Galateria. Impedimenta. 198 páginas.

¿Te ha parecido interesante?

(+7 puntos, 7 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.